AS (Aragon)

Cuatro años en un suspiro: un oro y una foto

El día D y la hora H de los Juegos

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Cuatro años de sacrificio, jalonados con suerte por alguna que otra alegría, convergen un día D a una hora H. Al amanecer se mezclan tensión y alegría. Por fin acaba la tortura de entrenamie­ntos, de viajes, de renuncias. El fútbol da oportunida­d de revanchas todas las semanas, o el baloncesto o el tenis. Pero en los deportes menos mediáticos, en los que el dinero sólo llega si eres el número uno y a veces ni eso, no se admite el fallo.

El oro y la inmortalid­ad se juegan en un suspiro. En los 32 segundos del sprint brutal de Saúl Craviotto y Cristian Toro en su K2, en el descenso perfecto durante un minuto y medio de Maialen Chourraut entre corrientes salvajes, en los 2:04.85 de Mireia girando como turbinas sus brazos...

Por eso, los periodista­s polideport­ivos notamos también el estómago encogido ese día D. Ves desfilar a Saúl, a Mireia o a Carolina delante de ti y no te atreves a dirigirles la palabra. La tensión flota y es espesa. Localizas en la grada a los familiares (ellos también) y en los boxes a los técnicos para hacer la radiografí­a del héroe y dar con el detalle que decantó el oro. Preparas antes el perfil de las apuestas seguras y de esos que son sólo tu apuesta, como el de Marcus Cooper. El chico con pinta de guiri que no cuenta para casi nadie, salvo para quien rastrea diamantes entre decenas de deportes todo el ciclo. Sabes que te puedes comer todas esas líneas... pero das en el clavo. Y ves cómo levantan el puño y sientes también tu triunfo. Su triunfo. Nuestro triunfo.

Entre decenas de colegas micro en ristre, un campeón olímpico te ve y te choca la mano con fuerza. Sabe que también has estado cerca cuatro años esperando a dejar negro sobre blanco lo que ocurrió ese día. Te emocionas por los menos conocidos y se te humedecen los ojos con gigantes como Rafa Nadal, que poniendo en riesgo su muñeca lleva con determinac­ión suicida a su amigo, Marc López, al oro. Es su momento. Es un poco (y con infinita modestia) nuestro momento. A veces, una foto nos une. Y la guardas para siempre también como oro. Eso sí, sin atreverte a tocar el metal. Un privilegio sólo al alcance de quien lo gana. Los campeones. Los protagonis­tas.

Respeto “Tocar el metal es privilegio del campeón”

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RECUERDO. Marcus Cooper, oro en K1 1.000, con el autor en Río.

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