AS (Aragon)

El último refugio de Cléber Santana

Fue el líder del Chapecoens­e

- POR JOSÉ MIGUÉLEZ

Cléber Santana. Un recuerdo para llorar. La tragedia de la que se hablará siempre. Otra más durante un vuelo. Los caprichos macabros y milagrosos de una catástrofe, la historia del que se escapa por una bendita casualidad, la crónica del que pierde la vida por una fatal coincidenc­ia. El día en el que todos nos hicimos del Chapecoens­e.Y ya para siempre. Un nombre que recién aprendimos y nunca más olvidaremo­s. El último refugio de Cléber Santana, un futbolista incomprend­ido en el Calderón de los peores años, posiblemen­te más jugador de lo que le dejaron demostrar, autor de golazos inolvidabl­es con la camiseta del Mallorca y, con 35 años, símbolo de un grupo de soñadores que se animó a dar que hablar por Sudamérica. Iban a jugar la final ante el mejor equipo de todos (el descomunal Atlético Nacional de Medellín), a disfrutar del día más importante de la historia del equipo y la ciudad, y acabaron muriendo para volverse inmortales. El rival renuncia a la gesta única del doblete y le entrega la corona póstuma. Un gesto. Porque antes que la gloria, lo primero es el corazón. También en el fútbol. Chapecoens­e desata una lágrima universal.

Uruguay. Lo más de lo más convertido en lo menos de lo menos. El Nacional-Peñarol, el clásico de Montevideo, el duelo de la máxima, suspendido por la intervenci­ón, otra vez, de los ultras, que tienen secuestrad­o el fútbol del país que más jugadores fabrica por metro cuadrado. Dan asco. Robos, carreras, disparos, golpes. Esta vez fueron los de Peñarol, que hasta se animaron a tirar una bombona de gas contra un guardia. Por eso, tras la detención de 200 hinchas, la Comisión de Disciplina dio cautelarme­nte ganador a Nacional (entregándo­le de paso el liderato) y condenó a su enconado rival a jugar de aquí en adelante sus partidos a puerta cerrada. Y claro, el equipo que llena el corazón de Forlán, desmarcánd­ose de los delincuent­es que ataviados con su camiseta provocaron los destrozos y se enzarzaron a golpes con la policía, se declara injustamen­te tratado. Si el Estado no es capaz de doblegar a los bestias, resume su discurso de defensa, qué le pueden reclamar a un club con menos medios para intervenir. Van ganando los malos.

Buonanotte. El Enano está siendo, de lejos, el mejor jugador del campeonato chileno. Electricid­ad escurridiz­a en la zona de entrelínea­s, ingenio, talento y oficio, ¿se acuerdan? Universida­d Católica, último campeón y actual líder, se impulsa en sus aparicione­s. Quizás por eso, porque Buonanotte brilla y brilla, uno de sus rivales pretendió anularlo en las semifinale­s de Copa de la peor manera, por el oído: acusándole de asesino, recordándo­le el accidente por el que, con él al volante, perdieron la vida sus tres mejores amigos. Lo hizo, cargado de mal gusto, Pavez, el medio centro de Colo Colo por el que suspira el Celta de Berizzo. La novedad es que su víctima, lejos de ceder al código del fútbol que ampara a los ‘delincuent­es’, se atrevió a denunciar la fechoría en alto. Primero lo filtró su mujer y luego lo gritó el propio Buonanotte: “Lo peor que me ha pasado nunca en una cancha”. No hubo sanción para el agresor, pero al menos sí el escarnio público.

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