AS (Aragon)

Ladislao, el sueño de un socio con 65 años de antigüedad

- —J. LEKUONA

■ Ladislao López Francés nació en San Vicente de la Sonsierra (La Rioja) pero siendo muy niño su familia se desplazó a Vitoria y, desde entonces, ha tenido una pasión muy especial: el Alavés. Tiene 75 años y es socio desde que cumplió los diez. Hoy estará en

Madrid animando al club de su corazón. “Yo no tengo la sangre roja, la tengo azul y blanca”, suele comentar.

Uno de los mejores recuerdos que guarda durante todos estos años, ascensos al margen, fue el primer viaje del Alavés en competició­n europea. “A finales del año 2000 estuvimos en

Gaziantep (Turquía). Volamos en chárter particular. Allí estaban todos invitados, creo que fui el único que me pagué el pasaje. Al volver, miré en el mapa dónde estaba esa ciudad y me llevé las manos a la cabeza. ¡Se encuentra a 70 km de Siria! Tiene que haber un lío por allí ahora…”

Ladis viajó a Madrid con su familia. “Si yo no llego al estadio, no empieza el partido”, bromea. “Creo que podemos dar la campanada. Ya les ganamos en el

Camp Nou. Está muy difícil pero un partido es un partido. Desde el 16 de mayo de 2001 el fútbol nos debe un título”, expone.

La afición sorprendió a la plantilla con mensajes de ánimo en el último entrenamie­nto, ayer por la mañana. Estos rodeaban el terreno de juego de Ibaia. Entre todos ellos destacaban estos: “Habéis hecho historia, sed eternos”; “Cuando no podáis más, mirad la grada”; o “Del barro a la gloria nos llevaréis”. Otros carteles rezaban “No sois más, tampoco menos”; y “Más de 20.000 gargantas os guiarán”. Y Ladislao formará parte de esa hinchada que llega a Madrid ilusionada.

Estilos confrontad­os. La final del Calderón no sólo mide el grado de responsabi­lidad del Barcelona frente a la ilusión del Alavés, también contrapone dos modelos antagónico­s. Se prevé un monólogo con balón del conjunto azulgrana y a un rival en posición de espera con la pretensión de dominar las transicion­es y la estrategia. Las singularid­ades que siempre deparan la Copa podrían arrojar alguna novedad, aunque la base del guión, al margen del resultado, parece escrita.

En un campo. Es el Alavés un equipo con método y mandíbula. Pellegrino instaurará, posiblemen­te, la defensa de cinco del Camp Nou (1-2). Aquel partido delató las precarieda­d de la plantilla culé y agigantó la figura de un recién ascendido. La dirección del juego recayó en Mascherano (104 pases) y Mathieu (90) y el Barça no tuvo sincronía. Necesitan los de Luis Enrique que su fútbol pivote sobre Busquets ante un Alavés que replegará entero en su terreno, recogido en zonas interiores con la dupla formada por Marcos Llorente (máximo recuperado­r de la Liga) y Manu García como cortafuego­s.

Encimar arriba. Para el Barcelona parece pertinente no olvidar la presión que le resultó en el encuentro de Mendizorro­za (0-6), la otra cara de sus duelos directos. Reventó a un equipo vitoriano que no cuenta con defensas hábiles en la salida. La consecuenc­ia directa fue la influencia categórica de Neymar y Suárez en la estadístic­a de robos (seis cada uno). De esa exigencia se originaron los errores locales que habilitaro­n las posesiones azulgranas en zonas de riesgo para el Alavés.

Directo. Con el depósito fresco en este final de curso, no es el Alavés un conjunto que se ande con miramiento­s en su huida al ataque. Desde el vértigo pica por las bandas con carrileros altos como Femenía y Theo y un extremo competente como Ibai. Al Barça le debería preocupar que funcionen sus medidas de prevención, descatalog­adas en el último partido contra el Eibar.

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