Neymar: doble color blaugrana-blanco
Honoríficamente, Neymar merece que se le haga socio del Real Madrid y ser incluido en ese elenco selecto de galácticos. Sin proponérselo y gratuitamente, los servicios prestados al equipo blanco van a merecer un reconocimiento y estarán a la altura de los que prestaron grandes jugadores que vistieron esta camiseta.
Madrid y Barcelona mantenían un pulso que sólo se igualaba por parte de los primeros en la Champions, donde dependiendo del cruce, la dificultad se reduce a los últimos tres enfrentamientos de la competición. A partir de ahora, con el brasileño en París, ese pulso apunta a decantarse a favor del Madrid y por no poco tiempo. Su caprichosa decisión por un lado debilita a un equipo culé desgastado que alargaba su hegemonía a base del talento de Messi, Iniesta y Neymar, salpicando o sacando lo mejor del resto y que resultaba suficiente. Por otro lado, ha creado una división y crisis institucional que acarrea hasta la falta de respeto hacia semejante club, herido deportivamente desde su dirección.
Si a ello se suma la mejoría del Real Madrid, la diferencia entre ambos apunta a abismal. Sin ser su intención, seguramente haya extendido una alfombra de uso exclusivo por la que el madridismo sólo tiene que caminar con paso firme durante la próxima década, tomando el despropósito blaugrana como ejemplo de lo que no hay que hacer.
Se podría pensar que desde su nuevo club podría tener la misma incidencia que desde el Barça, pero el daño se minimiza a un frente donde entran en juego otros aspectos que necesitan algo más que su talento. Si los mejores están repartidos, la diferencia la marcará el equipo que sea capaz de reunir al mayor número de jugadores buenos alrededor de ellos.
Raúl Gómez Abad Santa Marta de Tormes