AS (Aragon)

El mundo es del Madrid

Un gol de Cristiano le dio el título al mejor ● Partidazo de Modric y Varane ● Primer pentacampe­onato blanco en un año en la historia

- LUIS NIETO

Afalta del Clásico, que siem- pre es factor de corrección, el Madrid cerró un año de pentacampe­onato, el mejor de su historia en términos aritmético­s. Fue en Abu Dhabi, ante un Gremio que fue mucho escudo y poca espada y que a ratos repartió demasiada estopa. Y fue gracias a Cristiano, sobre el que no conviene dudar. Se diría que la diferencia entre el Madrid que funciona y el que no es averiguar si el portugués es la mejor solución o la única. En el podio se subieron también Varane y Modric, para completar una columna vertebral imparable.

Tuvo el partido un aire retro, al modo de aquellas Interconti­nentales de los sesenta y setenta que acabó repudiando el fútbol europeo porque se traspasaro­n todas las líneas rojas. Los llamados equipos cancheros acabaron en gangs insoportab­les. Antes de los dos minutos, Geromel le tatuó los tacos en el gemelo a Cristiano en una jugada en el centro del campo y la pelota a dos metros de su alcance. El mexicano César Ramos, que también parecía venir del pasado, miró a otro lado. Eso fue el Gremio, un equipo del sur del país, 'brasiguayo', fibroso, hermético, con propensión a defenderse a escobazos y con una tendencia casi genética a encanallar el duelo. Un partido en las antípodas de esa loca, cómica y hasta divertida semifinal ante el Al Jazira. Un partido de verdad, en zona militariza­da, con un equipo inferior pero muy horneado táctica y anímicamen­te.

Y el Madrid supo jugarlo, templando la embestida del rival, evitando mimetizars­e con él, a excepción de Casemiro, al que le pudo el paisanaje y entró de lleno en la batalla. Del Madrid fueron la pelota y las buenas intencione­s en una tarea laboriosa, casi artesanal, de incursión permanente, porque el Gremio, como se esperaba, nunca adelantó la presión, ni siquiera selectivam­ente. Metió entre barrotes a Cristiano y Benzema y embarró el centro del campo con muchos futbolista­s y muchas faltas. Y sin Arthur tampoco tuvo salida. Pero lo entendió bien el equipo de Zidane, que puso su alineación más chic. Kroos y, sobre todo, Modric mejoraron las cañerías del equipo y Varane se sumó, como un rompehielo­s, en esa tarea de ir eliminando líneas.

Al trabajo de desgaste fueron incorporán­dose los demás, especialme­nte Marcelo e Isco. El lateral ha vuelto a coger velocidad de crucero, con esa insistenci­a por su banda que cansa al rival. E Isco fue imaginando poco a poco cómo abrir aquella caja fuerte. Ese dominio de un Madrid que no se puso de perfil murió en el área durante la primera parte. Ahí sólo llegó dos veces Carvajal, una en volea rechazada por Geromel, y otra en pifia; y una vez Cristiano, que perdió su ventaja por un recorte de más. El resto lo despachó con disparos desde fuera del área: dos de ellos, de Modric y Cristiano, se quedaron muy cerca del blanco. Por ponerle un pero, quizá le faltó al equipo encarecer el partido metiendo una marcha más. A otra velocidad el Gremio no hubiese encontrado dónde refugiarse. Con todo, los brasileños confirmaro­n el partido monocolor al tomar el avión de vuelta sin un solo tiro a puerta, aunque rozó al larguero un misil de Edilson en una falta y reclamaron un penalti de Ramos a Ramiro.

Aquel tenderete del Gremio lo echó abajo Cristiano, un futbolista que a su nivel, del que anda muy cerca, está fuera del alcance de los brasileños y de casi todos los demás. En seis minutos metió un gol de falta, con la fortuna de que su trallazo se coló como una lagartija entre la barrera; le anularon otro por fuera de juego milimétric­o de Benzema y lo intentó de tacón, en remate entre el recurso y la frivolidad.

El Gremio resultó inmutable. Actuó como si no hubiese existido ese gol de Cristiano. No quiso pasar de acorazado, mientras el Madrid se volvió más espumoso, con Modric ya de comandante en jefe. Un zapatazo suyo dejó la marca en el palo.

El final resultó estupendo. Lucas Vázquez y Bale llegaron con el Madrid libre de agobios, con el partido en la mano y con Grohe evitando la paliza. El epílogo perfecto para un equipo que ha conquistad­o su sexto título mundial 57 años después del primero. En levantar copas el Madrid es un club eternament­e joven.

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