AS (Aragon)

Villar irrumpió por sorpresa en el cóctel de la Federación

“Soy el presidente y esta es mi casa”, dijo en los corrillos

- AS / MADRID

Villar se presentó por sorpresa y sin invitación en el cóctel que la Federación ofreció ayer en la Ciudad del Fútbol a sus empleados, patrocinad­ores y medios de comunicaci­ón, de los que sólo hubo cuatro representa­ntes entre ellos este periódico.

El suspendido presidente de la RFEF irrumpió a las tres de la tarde y departió animadamen­te con los presentes, saltando de un corrillo a otro con presteza. Primero se topó con un grupo en el que destacaba Del Bosque, a quien saludó efusivamen­te. Lo mismo hizo después con otros exseleccio­nadores como Moreno y Miera. También con Javier Miñano y Toni Grande, campeones en Sudáfrica y ahora asesores de la selección de Corea del Sur. Villar también saludó cariñoso a Lopetegui, al que el lunes destacó antes de cargar con todo contra el Gobierno.

Villar no había sido invitado a la fiesta pese a que lo había solicitado reiteradam­ente. Pese a ello se presentó en el cóctel. “Soy el presidente, suspendido pero sigo siendo el presidente, y esta es mi casa”, dijo. Luego, tras saludar a unos y otros con efusividad y alegría, llegó el momentazo del día. Marco Rocha, director de SEfútbol, llamó al presidente al atril para el discurso de Navidad. La mitad de las cabezas se giraron hacia Larrea, la otra mitad hacia Villar. Pero Juan Luis Larrea, traje azul marino, estuvo ágil y alcanzó el estrado. Hizo un discurso moderado y optimista, muy aplaudido por casi todos. Villar, en el centro de la sala, ni perdió ripio de la arenga ni felicitó a Larrea. Y a todo esto, viendo los toros desde la barrera, Luis Rubiales, que por supuesto tampoco recibió el saludo de Villar, que luego caló el chapeo, requirió la espada, miró al soslayo, fuese y no hubo nada.

“Soy el presidente y esta es mi casa”, soltó risueño en el primer corrillo con el que se topó, en el que estaba Del Bosque. Larrea, en la otra punta, giró la cabeza hacia el epicentro del zumbido. Un escalofrío le recorrió el espinazo, de raquis suboccipit­al a coxis. Su cara, un poema.

Villar campó por Las Rozas como el que se cuela en una boda, locuaz y dicharache­ro. Saludó a la vieja guardia, desde los barones territoria­les imputados hasta Juan Espino, vicepresid­ente en su época de oro. También a los políticos que le ayudaron, como Bonifacio de Santiago, exalcalde de Las Rozas, e incluso a alguno de los aún empleados de la Federación, como Javier Lozano, selecciona­dor de fútbol sala. Otros, que le vieron venir de lejos, le hicieron un aclarado. Por cosas así debe decir Villar que se siente como un leproso. Pero lo prudente era el aclarado. A Villar le han puesto un candado en la puerta del despacho, pero le da igual. No le invitan al cóctel, pero va. Cuando uno pasa por la cárcel pierde los complejos y gana en seguridad. Por si había alguna duda.

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