El Zaragoza no sale de pobre

Empate y gracias. El Real Zaragoza sigue sin salir de pobre. Y no tiene visos de poder hacerlo. Se trajo un punto de Alcorcón, pero el equipo no le gustó ni a sus más firmes partidarios; ni a esos quinientos admirables aficionados que se desplazaron a Santo Domingo y que se sacudieron su decepción final con algunos gritos de ¡fuera, fuera! a Natxo González y a sus futbolistas. El Zaragoza se adelantó prontísimo con un gol de Zapater, pero desapareció de inmediato para no volver. No tuvo el balón en toda la tarde y tampoco tuvo ocasiones. Ni a balón parado. El problema no deja de crecer, porque Borja Iglesias continúa desaparecido. Y ya no es que no remate, es que no se va de nadie. Sólo choca, sólo percute contra los defensas, un ejercicio de resultado inútil para un delantero centro.

Si el Zaragoza volvió vivo fue gracias al gol de Zapater y a las paradas de Cristian Álvarez, otra vez determinante. Lo demás fue una pura ruina, una interpretación pésima de una aceptable intención futbolística. El equipo quiso, pero no le alcanzó. Fue plano y no generó nada. Tuvo evidentes deficiencias técnicas, sus centrales se equivocaron casi siempre, sus laterales apenas cruzaron la divisoria central y ninguno de los centrocampistas cambió el ritmo o eliminó a algún contrario con saldo positivo. Plano. Todo muy plano. Febas, por ejemplo, sí elimina rivales, pero no busca entonces combinar, sino regatear a un nuevo contrario, lo que acaba por quitar capacidad de sorpresa. El empate final va a amortiguar los efectos de un partido muy malo, pero el Zaragoza está muy lejos de mejorar.