AS (Aragon)

Un gol para la UNESCO

Chilena para la posteridad de Cristiano, que firmó un doblete ● El Madrid sufrió con Benzema y brilló sin él ● Bale no tuvo un minuto ● Dybala, expulsado

- LUIS NIETO

Para sorpresa de Butragueño resulta que el ser superior era Cristiano, 14 goles en esta Champions, 119 en su eurocarrer­a, el último para mandarlo a la UNESCO. Él alargó aquel festival de verano en Cardiff en un partido que dejó evidencias: el Madrid tiene mejores jugadores, más cuajo que la Juventus y a Cristiano, que está fuera de concurso; Benzema es insostenib­le y Bale, ni un minuto, es el cuarto de cuatro. La muerte de la bbC está resultando extraordin­ariamente dulce.

No hay Champions conquistad­a que no contenga una mala noche y muchos malos ratos. Los pasó el Madrid, en un choque entre dos grandes casas reales del fútbol europeo que se jugó más en la onda del equipo de Zidane: la agitación, la ida y vuelta, la falta de costuras. Y salió del trance con aire de campeón, como en París, como en doce finales de este torneo, que es su casa. Confesó en la víspera Allegri, como en su día Luis Aragonés, su temor a la velocidad las balas. Las balas eran del Madrid y alguna (Bale) se quedó en la recámara. Y el temor de la Juventus, zarandeado en Cardiff hace menos de un año por un adversario agarrado a su velocidad, don que no se entrena.

Así que después de un primer intento de presión avanzada, la Juventus hundió sus dos líneas detrás de la pelota. La Juventus y el Madrid están construido­s del mismo material: raíz aristocrát­ica, resistenci­a a la derrota, capacidad de superviven­cia. Ningún otro equipo italiano ha sobrelleva­do mejor esa enfermedad degenerati­va por la que lleva años postrado el calcio. Pero ese paso atrás inicial le llevó a la bancarrota. Porque Marcelo puso a Isco a espaldas de De Sciglio en la izquierda y el envío del malagueño lo metió Cristiano en remate de primeras, de nueve converso y confeso. Ese gol, antes de cumplirse el minuto tres, se entrometió gravemente en el plan de Allegri. Un equipo tan económico como el suyo se veía obligado a llevar la pelea a campo abierto, donde suena la sinfonía de Modric. Y donde Zidane puso a Isco, uno de esos grandes imprevisto­s del fútbol mundial.

A partir de ahí el Madrid utilizó la pelota como tranquiliz­ante. La posesión como protección. Un buen plan si hubiese ido más allá, si hubiese dejado menos esporádica­mente algún recado a Buffon. No volvió

a hacerlo hasta media hora después, con zapatazo de la antigua Alemania, un disparo de Kroos que detuvo el larguero.

La Juventus, un equipo que sólo puede ascenderse por la cara norte, sacó ese orgullo que no le cabe en el escudo. A falta de Pjanic, su computador­a de a bordo, Allegri apostó por la banda ancha, con dobles laterales a derecha e izquierda, fundamenta­lmente para tantear la debilidad de Marcelo, cuya fama de manejarse mejor en la ida que en la vuelta ha adquirido fama mundial.

Pero por ahí el Madrid se sintió fuerte, casi impermeabl­e. Otra cosa fueron los balones aéreos. Hace poco más de una semana le metió tres goles de cabeza el Girona en el Bernabéu. En Turín, Keylor evitó uno de Higuaín a quemarropa y Chiellini perdonó otro a tres metros de puerta. Y es que el Madrid asustó poco antes del descanso. Cristiano se quedó en el gol y Benzema, en la pobreza energética que le caracteriz­a en sus días nublados. Confunde balones divididos con balones perdidos. A la hora se rindió Zidane y metió a Lucas Vázquez por él. Se hizo la luz. También hubo trabajo para Çakir, que no pitó un penalti de Asamoah a Carvajal claro y otro por mano de Casemiro para el debate.

Ese fútbol regresivo del Madrid pareció acentuarse tras el descanso, con una amarilla para Ramos que le inhabilita­ba para la vuelta (habrá que celebrarlo), hasta que Cristiano dejó un gol para la posteridad. Él peleó una pelota suelta, se la entregó a Lucas, cuyo disparo rechazó Buffon. La jugada se daba por perdida, pero Carvajal persiguió el rechace, puso la pelota en el área y a dos metros del suelo Cristiano dibujó una chilena para la eternidad. El gol mil veces intentando y conseguido, finalmente, en un escenario inmejorabl­e, premiado por el público, que se quitó la bufanda y miró el tanto como quien mira un Velázquez. Un gol que cerraba la eliminator­ia anticipada­mente, sobre todo cuando Dybala le hizo un De Jong a Carvajal y vio la roja. Marcelo, después, firmó el tercero y preparó el viaje a semis. Que pase el siguiente.

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