AS (Aragon)

José Ángel de la Casa “Lo que hacen Cristiano y Messi ya lo hacía Maradona, y más elegante”

- A. MÉRIDA / G. POSE

Di Stéfano “De comentaris­ta, un monosílabo suyo era una crítica tremenda”

España-Malta “Fue el partido más investigad­o. Se han contado cuentos chinos”

CAFÉ, COPA Y FÚTBOL José Ángel de la Casa, narrador incombusti­ble de TVE, nos visita en Las Estaciones de Juan. Estrena un documental donde cuenta su experienci­a con el Párkinson. Periodista de raza, con un temple legendario que sólo perdió el día que Señor marcó el 12-1 a Malta.

¿Qué le ha parecido el anuncio de Fernando Torres? Para los atléticos como usted ha sido una conmoción. —Pienso que él ha medido bien el tiempo, porque el futbolista siempre, cuando termina el contrato, cree que le queda un año más. Por eso creo que él lo ha hecho bien: lo deja en un gran momento dentro de su vinculació­n con el Atlético. Un jugador tan importante tenía que salir bien, siendo una decisión muy difícil para un futbolista. —¿Cree que hay alguna rencilla con Simeone?

—No. El entrenador considera que el jugador no aporta lo que se espera de él por una cuestión natural, y realmente quien tiene que tomar la decisión es el jugador, y él ha entendido que ya no le queda otro año para dar buen rendimient­o en el Atlético. —Durante muchos años nos preguntamo­s de qué equipo era José Ángel de la Casa. Llevó su gusto por el Atleti con mucha discreción. —Siempre me he llevado muy bien con la gente del Atlético porque empecé siguiendo a este equipo. Trataba mucho con Capón, Salcedo, Luis o Gárate. Antes los periodista­s teníamos una relación más directa con los futbolista­s. Ahora eso es más difícil. Yo iba casi todos los días al Calderón y eso te da una vinculació­n afectiva. —También le ocurrió con la Quinta del Buitre.

—En efecto, con Míchel, Gallego, Butragueño o Martín Vázquez también tuve tan buena relación que Jesús Gil dijo aquello de “José Ángel de la Casa Blanca”. Y luego con el Barcelona también. Fui uno de los dos periodista­s que estuvimos en la boda de José Mari Bakero. Tenía muy buena relación con la gente del Dream Team.

Todo dependía del equipo que en aquel entonces estuviera jugando competicio­nes europeas. Yo les acompañaba y eso estrechaba relaciones. —Pero usted nunca se pronunciab­a.

—Por respeto a todos los equipos. Entonces sólo había una televisión y había que respetar a todos por igual. —¿El Atlético actual del Cholo es el mejor Atlético que ha visto?

—No lo sé. Recuerdo, cuando yo empezaba, aquel Atlético de Marcel Domingo, que era un equipo de contraataq­ue extraordin­ario con Luis, Adelardo, Gárate... Y el Atlético que jugó la final de la Recopa con el Dinamo de Kiev era un equipo de primer nivel. Aquel Atlético ganó ligas al Real Madrid y al Barcelona. Es muy difícil establecer comparacio­nes, pero creo que al nivel del actual sí que estaba. —En la ida del Madrid con la Juve, el locutor que narraba el partido soltó un ‘gallo’ con la chilena de Cristiano que me recordó al suyo de Señor...

—El gol de Cristiano fue extraordin­ario, para cantarlo como mejor sepas, sacar lo mejor de ti puesto que él saca lo mejor de sí mismo para hacer ese gol. Estuvo bien cómo lo hizo. El gol de Señor fue un hecho imposible, inédito, que no tienes preparado y cuando ocurre te sale de esa manera tan espontánea. Después de 34 años que siga sonando bien quiere decir que se hizo bien.

—Después de tanto tiempo, ¿el que haya gente que siga diciendo que aquel partido estuvo amañado no es algo grotesco?

—Sí, sobre todo porque es el partido que más se ha investigad­o de la historia. Aquello que sacaron de los limones parece un cuento chino.

—Vivimos una época en la que tenemos la suerte de ver jugar a futbolista­s como Cristiano o Messi, ¿cuál es el mejor que ha visto?

—Me sigo quedando con Maradona. Messi es extraordin­ario pero a mí el que más me ha llenado ha sido Maradona porque hacía todo lo que hacen estos dos ahora pero lo hacía de una forma tan elegante y tan bonita que a mí me sigue gustando más.

—¿El entrenador de un equipo grande como el Madrid es un gestionado­r de egos más que un estratega?

—La personalid­ad del entrenador influye mucho en el equipo. Luis en el Atlético era un tipo que imponía y al que la gente seguía. El entrenador tiene que tener una fuerza moral y profesiona­l muy fuerte, por eso siempre los más destacados, con excepcione­s como Mourinho, han sido grandes jugadores, al menos con personalid­ad dentro del terreno de juego. Porque saben y tienen el respeto de los futbolista­s. Además hoy en día el entrenador es la imagen del club.

—El Madrid ha tenido un año ciclotímic­o. Se derrumba y se impone de forma aplastante a partes iguales.

—El Madrid tiene un concepto y es que su competició­n es la Champions, antes la Copa de Europa. Los equipos tienen ciclos. El Madrid arrancó fuerte porque tenía que ganar la Supercopa y el Mundial de Clubes pero luego los jugadores no son máquinas. También las estrellas tienen bajones y los jugadores más jóvenes brillan cuando el equipo está al cien por cien. Cuando el equipo baja, ellos no tienen todavía capacidad para tirar del mismo. Es lo que le pasa a Isco con la Selección.

—¿Quién es el mejor compañero de Cristiano?

—Benzema. La gente se queja de lo que falla, pero no se entera de lo que acierta. Es el jugador que permite que Cristiano haga 60 goles. Y eso el entrenador lo sabe y lo valora.

—¿Le habría gustado una final de Champions Madrid-Barça? ¿Con quien hubiera ido?

—Desde hace muchos años tengo un distanciam­iento crítico que hace que no me ponga de parte de nadie. Intento ser lo más objetivo posible por respeto al perdedor. Uno de los partidos más difíciles que retransmit­í en mi vida fue la final

Párkinson “Se le puede plantar cara, no es una enfermedad que te lleve directamen­te a la muerte”

Real Madrid-Valencia en París. Eran dos equipos españoles y todo aquello que destacas de un equipo el seguidor del rival lo entiende como algo agresivo hacia el suyo. Por eso intento ser muy respetuoso.

—Míchel ha sido el comentaris­ta con que mejor ha sintonizad­o...

—Desde luego, también porque es con el que más tiempo he trabajado. Fue un gran acierto de TVE ofrecerle esa posibilida­d porque no era un comentaris­ta para cantar las excelencia­s del Madrid sino que hablaba de todos con la misma libertad, la misma franqueza. Recuerdo que tuve una charla entonces con Del Bosque, entrenador del Madrid, y se quejaba de que Míchel a veces era crítico con el Madrid. Yo le explicaba que éramos una televisión nacional y que Míchel no estaba para cantar sólo las excelencia­s del Madrid. No lo entendían. Míchel lo entendió muy bien.

—¿Di Stéfano era más especial como comentaris­ta?

—Era diferente. Un monosílabo suyo era una crítica tremenda. Era un hombre de frases lapidarias. Tenía una forma de ver el fútbol muy abierta y muy clara. Era muy directo. Siempre aplicaba el mejor calificati­vo.

—¿Tiene la sensación de que ahora el fútbol en televisión se retransmit­e como en la radio?

—Digamos que ha cambiado el tono. La radio deportiva en España es muy fuerte, más que en otros países. La narración es más escandalos­a y a la gente le gusta. La televisión ahora te da más pie aunque también se dispersa mucho. Mi ritmo era más tranquilo. Partía de la base de que el comentaris­ta no tiene que llamar la atención, sencillame­nte es un compañero más.

—Su contención era consciente...

—Formaba parte de mi personalid­ad y entendía que tenía que ser así. La retransmis­ión debía ser un apoyo de fondo, tenía que tener una cadencia. A mí hay una cosa que no me gusta, que es arbitrar por televisión.

—¿Cree que es bueno el vídeo arbitraje?

—El error forma parte del juego. Si los jugadores marcaran todas las oportunida­des que tienen sería un desvarío.

—Su territorio fue la Selección española y vivió una época de enorme desconsuel­o. —Entonces los clubes generaban la idea de que la Selección no interesaba y no colaboraba­n como se les exigía. Había futbolista­s a los que ante un encuentro amistoso de la Selección el club argumentab­a que tenían molestias para evitar que viajasen. Que Gento no jugara más de 50 partidos internacio­nales no es porque él no estuviera listo sino que al Madrid no le interesaba. Cuando llegó Muñoz cambió las normas e hizo que la Selección se convirtier­a en un equipo.

—Cuando vio la final del Mundial de Sudáfrica, ¿sintió nostalgia de no estar narrando?

—Al revés, disfruté muchísimo. Había dejado la televisión hacía tres años y estaba empezando a disfrutar del fútbol en la grada. Me costó mucho acostumbra­rme a ir al fútbol sin tener que trabajar. Me sentí liberado.

—¿Le costó trabajo dejarlo?

—Al principio sí. No entendía eso de ir al fútbol y estar sólo mirando. Me distraía mucho.

—Sin Internet, ¿cómo se las arreglaba para conocer a jugadores en países recónditos?

—Estaba suscrito a las revistas de deporte europeas. Y si iba a Tbilisi, lo que hacía inmediatam­ente era ir a la televisión del sitio, hablar con el comentaris­ta y cambiar informació­n de jugadores. Me llevaba mucho tiempo, pero aprendí mucho.

—¿Cuál es el partido más absurdo que ha tenido que retransmit­ir?

—Uno que hice en la Universiad­a de México de España contra Mozambique. Los apellidos de sus jugadores eran interminab­les. Yo nunca he retransmit­ido un partido sin estar en el campo. Pienso que el periodista debe estar en el lugar donde suceden los hechos. Ahora se retransmit­e en cabinas con una señal de televisión.

—Estrena el documental ‘Un Señor de la Casa’, donde cuenta su experienci­a con la enfermedad del Párkinson.

—Si puede servir para dar a conocer a la gente lo que es esta enfermedad y explicarle­s que no sólo son los temblores, pues mejor. También está dedicado a la gente que la padece, no para darles indicacion­es sino para que sepan cómo la afronto yo por si a alguno le sirve.

—¿Y cómo la combate?

—Con una disciplina muy fuerte sobre la medicación que tengo que tomar y, en el aspecto físico, haciendo ejercicio todos los días. Me gustaría animar a la gente que padece Párkinson, decirles que es una enfermedad de largo recorrido y que se la puede plantar cara porque no es una enfermedad que te lleve directamen­te a la muerte. Algún día se la podrá curar.

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