God of War: una epopeya en la mitología nórdica
Kratos regresa en su aventura más extensa y espectacular
God of War ha sido uno de los exclusivos más emblemáticos de Sony. La saga, hasta ahora ambientada en la mitología helénica, era fundamentalmente un hack&slash intenso, es decir, las peleas eclipsaban todo lo que se construía alrededor del juego.
En esta última entrega, la cuarta, Santa Mónica ha evolucionado su juego de acuerdo con los cánones más actuales: hay más dosis de rol, los combates son más tácticos, el mundo es más abierto y el juego, mucho más extenso.
Un personaje más maduro.
La historia arranca con Kratos, el legendario espartano, yendo junto a su hijo a enterrar las cenizas de su esposa. Un viaje que les va a llevar a las
tierras del Norte, donde habrá de interactuar con dioses, criaturas y enemigos de la mitología nórdica, encabezados por Odín. La construcción de este universo mitológico se ha hecho con bastante respeto, aunque se han dejado bastantes dioses y lugares por el camino, probablemente en reserva para futuras entregas.
Combates más tácticos.
God of War ha sufrido una profunda transformación que se nota en dos aspectos; un cambio de perspectiva en el personaje y unos combates más tácticos. Se han prescindido de largos combos de teclas para centrarse en un tipo de lucha que prima el acertar con el movimiento más adecuado para cada enemigo, combinando puños, escudo y hacha. Además, Kratos recibe ayuda de su hijo y puede incorporar mejoras en sus armas y vestimenta que serán necesarios para superar las situaciones más difíciles.
El juego principal dura unas 20 horas, con otras tantas de misiones extra y con la posibilidad de cuatro niveles de dificultad.
UNA JOYA EN EL APARTADO GRÁFICO
Tanto en el modelado de personajes como en la creación de escenarios, God of War es uno de los mejores juegos del momento. Además no hay tiempos de carga ni funddos a negro por lo que la historia se disfruta en una única secuencia. Presenta algunos de los momentos más intensos vistos en un juego de lucha.