Su único error fue poner cláusula de rescisión a Lopetegui
Hay conflictos de intereses que acaban desembocando en un órdago donde absolutamente todos los implicados, directos e indirectos, acaban pareciendo peores personas. Eso ha ocurrido en las últimas horas con el fichaje de Lopetegui por el Real Madrid y su posterior destitución como seleccionador nacional. Cada uno tendrá su opinión al respecto. La mía está muy clara.
Aquí hay un desencadenante evidente: una negociación desafortunada en tiempo y espacio, es decir, en las formas. Y hay momentos en que las formas lo son todo. Este es uno de ellos. El Madrid tiene todo el derecho a velar por sus intereses, pero el fútbol no es el mundo de la construcción o de las finanzas. Florentino Pérez ha olvidado que los equipos manejan un producto que no les pertenece, la ilusión de cientos de miles de personas. Y de todos los equipos, la Selección es el más rico y poderoso en lo que a generar emociones se refiere. Lo de club señor se demuestra, como todo, andando. Y la entidad más laureada del país, que lleva a gala siempre representar al fútbol español, no puede actuar despreciando a toda una afición que, por un mes, olvida los clubes para enfundarse una única camisa, la Roja.
El problema no es que Lopetegui se vaya tras el Mundial. Bien llevadas las negociaciones, con más días de por medio y con todas las partes enteradas, se podría haber anunciado todo con cierta normalidad. Habría existido tiempo para asimilar la decisión y no se enviaría, como ha acabado pasando, un mensaje tan cristalino de que jugar con España un Mundial es un segundo plato, un trabajo menor. Eso se desprende de la urgencia con la que Lopetegui ha aceptado la oferta blanca. El problema es la precipitación.
El Madrid debía haber descartado siquiera contactar con el seleccionador español a días de debutar en un Mundial donde acudimos como favoritos. No es concebible si se respeta lo que significa el equipo nacional y, sobre todo, la mayor competición, con diferencia, que existe en este deporte. Pero una vez que el conjunto madridista decide llamarle, debía haber sido el propio entrenador quien declinara la oferta rotundamente. El único error que se le puede adjudicar al presidente Luis Rubiales es haber puesto cláusula de rescisión al contrato de renovación que firmó con Lopetegui. Porque la cláusula para dejar un puesto así la fija el prestigio de ostentar tal privilegio. Se debe demostrar en todo momento el honor que supone dirigir al equipo de todos. En otras palabras, si uno se quiere ir, se debe hacer con elegancia y consensuando con la Federación. Lo contrario a lo que ha ocurrido.
He tenido la suerte de poder contactar con Lopetegui alguna vez en los últimos meses. Le tengo mucha estima personal y profesional. Me parece un gran entrenador y deja la Selección con una trayectoria impecable. Por eso sé que su error no ha sido más que una ingenua valoración de la situación. Quizá nunca hubiera pasado el tren de entrenar al Real Madrid otra vez. Pero no perturbar la armonía de España a horas del debut mundialista es razón más que suficiente para no reprocharte nada el resto de tu vida por rechazar la llamada del club blanco.
Rubiales, a quien también tengo el gusto de conocer por su gran papel al frente de AFE, está en el punto de mira de parte de la Prensa y de la afición. Estos dan por hecho que la continuidad de Lopetegui habría garantizado la estabilidad que había antes de los sucesos, que la Federación debería tragar tamaña falta de respeto en pos de no alterar las muchas opciones de triunfo con las que viajamos a Rusia, y que el vestuario apoyaba a Julen. Conviene recordar que un vestuario es un organismo muy complejo. Donde hoy hay apoyo,
Rubiales
Hierro