AS (Aragon)

El Nadal de toda la vida

- JUAN GUTIÉRREZ

Hubo dos momentos en el partido de Rafa Nadal que hubieran desmoraliz­ado a cualquier jugador terrenal. Ese 0-6 inicial a favor de Dominic Thiem, en el que sólo sumó siete puntos, y ese cuarto set conquistad­o por el austriaco, después de que el español perdiera un 0-40, hubieran golpeado a la mayoría de tenistas del circuito. No a Nadal. La diferencia entre un buen jugador y un campeón radica muchas veces en eso, en saberse levantar de las adversidad­es, en la capacidad de analizar y corregir situacione­s. Ese es uno de los grandes dones de Rafa, una de las virtudes que le hacen excepciona­l. Por un lado, la aptitud para manejar las emociones, para no hundirse anímicamen­te en los baches. Y, por otro, la de examinar y rectificar sobre la marcha aquellos aspectos de su juego que no funcionan. Ayer vimos a ese Nadal, que es el Nadal puro, genuino… El Nadal de toda la vida. Su balance con Thiem le sigue siendo favorable, pero no es menos cierto que el austriaco es uno de los tenistas que más problemas crea al balear en los últimos tiempos. Nadal supo reincorpor­arse, rehacerse y rematar el partido en cinco sets. Tremendo. Una batalla sin cuartel. Cuando la salud acompaña a Rafa, nunca puedes darle por sepultado. Lo mismo ocurrió en octavos ante Khachanov. En eso es superior a todos. El español se metió en su 29ª semifinal de un Grand Slam, un ranking en el que ya adelanta a Lendl y sólo ve por delante a Federer, Djokovic y Connors. Cada uno de sus pasos es un paso en la historia. Su tenis le sitúa entre los mejores de siempre. Pero también su incansable espíritu. Y su cabeza.

“CUANDO LA SALUD ACOMPAÑA A RAFA, NUNCA PUEDES DARLE POR SEPULTADO”.

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