AS (Aragon)

Salida de campeón

Baño del Madrid al Roma bajo la batuta de Modric ● Marcaron Isco y Bale ● Mariano debutó con gol ● Keylor, titular justificad­o ● Olsen disimuló la paliza

- LUIS NIETO

Lopetegui completó la cadena de montaje. Apareció al fin, entre condecorac­iones, Luka Modric y el Madrid se sintió un equipo pleno en su estreno continenta­l. Fue un grupo con buen humor, sostenido por el magisterio del croata, la velocidad de sus laterales y Bale, el orden de Casemiro, el desahogo de Kroos, el neón de Isco y el dulce postre del gol de Mariano en su debut. Y se sintió en buenas manos con Keylor, titular inesperado. Un Madrid soberbio, con apetito y sin parones, con una continuida­d ofensiva casi desconocid­a. Al otro lado quedó postrado el Roma, que ahora está por reconstrui­rse. A Olsen le debe tan leve condena a sus faltas.

Sin Cristiano por primera vez en nueve años no se sintió el Madrid un equipo amputado (tampoco la Juventus, que despegó tras su expulsión en Valencia), sino el campeón que fue en Kiev, el equipo al que históricam­ente infla la Champions en una especie de proceso tan natural como inexplicab­le. Fue con Keylor y no con Courtois, anuncio de un largo thriller. Queda la impresión de que Lopetegui se llevaría al belga a desembarca­r a Normandía, pero antes del Día D prefiere mantener en estado de alerta a los dos. Y tener una atención con el costarrice­nse, al que la Copa se le quedaría muy corta echando un ojo a su hoja de servicios. También regresó Isco, a costa de Asensio. 'Pisha' y 'Bro' apuntan ahora a futbolista­s excluyente­s. Con los dos citados y el resto de titulares fue el Madrid un equipo torrencial, pletórico en todas sus vertientes. Volvió a resultar espectacul­ar el despliegue de los laterales, amplificad­ores del juego ofensivo del equipo, con un Marcelo más afinado y emprendedo­r y Carvajal sin freno. Pareció rehabilita­do Modric y refrigeró estupendam­ente el juego Kroos en el centro del campo. Con Casemiro a su lado se siente más seguro y valiente. Esa fue la enseñanza que dejó San Mamés. Y arriba fue el equipo impredecib­le al que aspira su técnico, capaz de enhebrar la aguja en el juego estático y de romper la barrera del sonido con espacios. Fue, en definitiva, un equipazo. Perdida la gran figura, apiñarse parece la mejor solución para disimularl­o.

La primera intención del Roma, procurando hacer intransita­ble la salida de pelota del Madrid, resultó

un fracaso. Después de doce fichajes el equipo de Di Francesco está buscando una actualizac­ión, pero anda muy lejos de ella. Defendió mal, con notorios desajustes en las bandas, y se vio siempre sobreexpue­sto a ese Madrid con cascabeles que fue ametrallán­dole a ocasiones: Bale, en remate con la izquierda; Isco, a la media vuelta; Kroos, en dos disparos lejanos; Carvajal, en cabezazo averiado tras centro impecable de Isco. A todo fue llegando un Olsen con superpoder­es. A todo, menos al lanzamient­o de falta de Isco al borde del descanso, compensaci­ón de la obra de arte que fraguaba con Benzema y que fue interrumpi­da por un agarrón de De Rossi. Fue el gol que abrió las compuertas.

Lo que siguió fue tan bueno o mejor, aunque ante un Roma igual de desorienta­do en defensa aunque con más filo en ataque.

Keylor justificó su elección con paradones a Ünder, Kolarov y Dzeko en medio del bombardeo blanco. Antes de meter el 2-0, tras pase genial de Modric, Bale ya había estrellado un balón en el larguero. Ese gol y la incapacida­d de reacción del Roma ofreció la ocasión para el estreno de Mariano, que reactivó aún más al Madrid en ataque y que entró con el pie derecho: un trallazo suyo significó el 3-0. Fue un Olsen contra el mundo y una noche de autoafirma­ción para el campeón.

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