AS (Aragon)

Ouviña y Xargay, con la complicida­d de Ndour, pusieron el partido patas arriba

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del campeonato que llegó agotada a las instancias finales y acabó devorada por el tremendo espíritu competitiv­o de España, su rasgo más distintivo y el que se recordará con el paso del tiempo. El que le permite estar llenando un saco de medallas como si fuera sencillo.

Como en un guiño al horario canario repetido durante todo el campeonato, España volvió a empezar el partido un cuarto de hora tarde. Bélgica ganaba 5-15 y jugaba con la misma brillantez de todo el Mundial hasta que Mondelo decidió mover ficha. Alba Torrens (qué pena que no tuviese una semana más de campeonato) calentó motores con dos canastas pero fueron la pasional Ouviña y la fría Xargay las que, con la complicida­d de Ndour, pusieron patas arriba el partido y descubrier­on la debilidad de Bélgica, que había llegado desfondada a la consolació­n. Pese a tener dos días de descanso en el torneo por ser líder de grupo, su secuencia desde el pasado domingo a este (Japón-España-Francia-Estados Unidos-España) pesó mucho sobre un equipo con una gran capacidad para jugar un baloncesto fluido pero con un físico limitado que, finalmente, terminó pasándole factura pese a las buenas anotacione­s de Mestdagh y Meesseman.

No hay nadie como España para superar disgustos. Su manera de digerir el palo sufrido ante Australia resultó brutal. Y más cuando se vio obligada a hacer un esfuerzo final en el último cuarto. Después de tener una máxima ventaja de 12 puntos (55-43) y con el viento a favor, Bélgica se acercó (55-54) y facilitó otro final agónico. Dos canastas de Laura Nicholls, que ha cogido ese tirito de cuatro metros que tanto valor tiene, hizo volar a España (64-58 a 1:31). Un triple de Xargay, que explotó su talento justo cuando más se necesitaba, le puso las letras ‘España’ al bronce de Mundial. El partido acabó entre gritos de “campeonas, campeonas…”. Fue un placer, Tenerife.

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