Mejor de lo que se dice, pero peor que hace dos o tres temporadas
El Real Madrid necesitaba una victoria frente al Valladolid. La consiguió. El equipo requería un poco de aire fresco. Se lo produjo Vinicius. Solari soñaba con una oportunidad. Ahí la tiene. Fue una tarde de pequeñas satisfacciones, quizá el cambio de rumbo que esperan el club, el equipo y los aficionados, pero algo no cambió: el Madrid jugó mal o muy mal durante la mayor parte del encuentro. Se escucharon silbidos y en algún momento amenazó tormenta en las gradas, donde el fondo coreografiado pedía a los jugadores que echaran más huevos. No es el problema, desde luego, pero el gramo de testículo se cotiza a precio de oro en las crisis de los equipos.
Hasta el ingreso de Vinicius, coronado con un gol extravagante, el Madrid se pareció al desfondado equipo de las últimas jornadas. Acuciado por las malas noticias (derrotas, despido del entrenador, sequía goleadora, fastidio general y reproches diseminados en voz baja desde el club), el equipo se encuentra en una difícil dinámica. Es mucho mejor de lo que se dice, pero es peor que hace un par o tres de temporadas. Sus principales jugadores comienzan a envejecer y la plantilla no se ha renovado convenientemente, una responsabilidad que el presidente y sus asesores se niegan a asumir esta temporada. Tiran de los ocho nominados al Balón de Oro y se acabó.
Durante más de una hora, el Valladolid jugó mejor, o con más empaque, que el Real Madrid. Se notaba el optimismo en un equipo y la tristeza en el otro. Nadie lo representó mejor que Bale, de nuevo intrascendente. Lopetegui lo retiró del campo en su último partido como
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