AS (Aragon)

“La gran diferencia es a la velocidad a la que se juega ahora”

- MARCO RUIZ / LA ENTREVISTA

Javier Iruretagoy­ena...

—Pues le diré que Iruretagoy­ena significa ‘de los tres el de más arriba, ‘o el más alto’. ‘Iru’ es ‘tres’, ‘goyena’ se traduciría como ‘el de arriba, el que más’.

—¿Cómo era el barrio de Irún en el que creció?

—Viví mi infancia en un caserío, se llamaba Portu. Después nos bajamos al centro de Irún...

—¿Vivió en el campo?

—No exactament­e. Era una casa solitaria que estaba muy cerca de una empresa, La Palmera, que entonces patrocinab­a la Vuelta a España y que hacía cuchillas de afeitar, alicates, martillos… Mi padre era obrero de esa empresa. Ahora todo eso se ha convertido en una urbanizaci­ón de casas. Yo le pedí a un pintor de Irún, Montes Iturrioz, que me pintara ese caserío para colgarlo en casa.

—¿Tuvo una infancia difícil?

—Yo soy del 48 así que no eran buenos años, no. Mi padre trabajaba muchísimo, como mi madre, que trabajó en la fosforera y luego seguía con la labor de la casa. Recuerdo que desde Irún había mucha gente que cruzaba la frontera para ir a trabajar al pescado, a las tiendas… Y se ganaba mucho más que en España. Y luego mi padre tuvo una gran idea…

—Cuente, por favor.

—La de comprar un terreno muy cerquita del caserío. Tendría 1.500 metros cuadrados. Y después de salir de La Palmera iba a la huerta y estaba igual hasta las diez de la noche. Los siete hermanos comimos mucho de lo que mi padre plantaba allí, tomates, vainas, patatas… de todo.

—¿Dónde empezó a jugar?

—En la calle Ermita fue donde viví después hasta los 19 y ahí tengo mis primeros recuerdos. Y luego, en Fuenterrab­ía había siempre los torneos playeros. Para jugarlos había que tener 12 y yo ya los jugaba con 11. Me metieron en un equipo, el Atlas. Y fuimos campeones de la playa. Luego, un tal Madejón, me daba 25 pesetas de entonces por jugar con ellos. ¡Para mí era ser el rey del mambo!

—Su primer sueldo…

—Jugué todo aquel invierno con ellos. Ya tendría yo 12 o 13 años, y era muy duro, que los de Fuenterrab­ía eran tíos rudos, hijos de pescadores que estaban muy acostumbra­dos a jugar ahí. Yo jugaba hasta con calcetín y playeras y eran partidos duros, duros… Y estuve así hasta que a los 15 me metieron en el Real Unión de Irún.

—¿Quién le llevó allí?

—Ignacio Rojo, que luego fue selecciona­dor guipuzcoan­o. Tuvo mucha influencia en mí. Jugué tres años en el juvenil y luego empecé en el de Tercera, con el que estuvimos a punto de ascender a Segunda.

—¿Cuáles son sus primeros recuerdos del Real Unión?

—Hombre, todavía soy socio… Pues mire, íbamos al campo la cuadrilla. Tengo muy grabado aquella vez que jugamos contra el Plus Ultra, filial del Madrid, y ascendimos. Hubo un desempate en terreno neutral, en Zaragoza. Y tras ganar llegaron por el paseo de Colón al Ayuntamien­to… Eso me hubiera gustado vivirlo a mí y no pude. ¡Jo, que recuerdo tengo de eso…! Y mire que he estado luego en ayuntamien­tos celebrando cosas… Pero en el de Irún, el mío, no.

—¿Qué jugadores había?

—En mis años estaba Vallejo, Amantegui, que le quiso el Madrid y luego se fue al Badajoz, Solaegui, que jugó en el Castellón y llegó a Primera en la época de Del Bosque… Mucha gente.

—¿Cómo terminó en el Atleti?

—Se escucharon cosas del Madrid, y del Barça fue Samitier a verme. En aquella época él era el ojeador. Aquel día el campo estaba bastante embarrado y yo no era excesivame­nte fuerte, así que Samitier se fue como vino.

—¿Y el Atlético?

—Pues vino un hermano mío a decirme que había venido un tal De la Concha a por mí. Había preguntado él qué jugadores había por mi zona y nos llevó a tres guipuzcoan­os, tres que habíamos jugado en la selección: Lamata, que había estado en el Eibar y había sido primero de su categoría, Arguiñano, también del Eibar, y a mí.

—¿Qué se encontró en Madrid?

—Hombre, yo ya había estado seis o siete veces con la selección. Incluso habíamos estado viendo en el Metropolit­ano un Atlético-Las Palmas en el que le echaban sombreros a Ufarte por cómo regateaba.

—¿Le tiraban sombreros?

—Había venido de Brasil. Era de Pontevedra pero fue la familia a trabajar a Brasil y había jugado en el Flamengo, y con 22 volvió a España y lo firmó el Atlético. Y para él Garrincha había sido su espejo. Volvía loca a la gente.

—¿Y su llegada a Madrid?

—Me fui a vivir a una pensión donde antes estuvieron Griffa, Calleja, Alvarito, Hernández… Estaba en Argüelles, la pensión de doña Sofi. Era 1967. Al principio estuve un tiempo con Lamata y con Gárate, que se quedaba allí a pesar de que su padre tenía un piso cerca de la Estación del Norte. Luego se casó y se fue al piso con Marisa, su mujer.

—¿Cómo era la vida allí?

—Convivía con jugadores de balonmano, que el Atlético también tenía un equipazo. Miguel Ángel Zubiarrain, que ahora sigue a Nadal en la SER, estaba allí, Javier García Cuesta, que luego fue selecciona­dor, y muchos otros… No había más de diez personas viviendo en aquella pensión pero no se podía comer y nos íbamos a un sitio cerca que se llamaba La Zamorana.

—¿Le costó equipo?

—Mucho. Porque se tenía que pasar un reconocimi­ento médico y me paralizaro­n la ficha. Y fue porque el Atlético estaba muy sensible porque tuvo dos casos muy duros cuando vinieron del Betis Colo, un lateral derecho, Luis Aragonés y Martínez. En una gira de verano a Martínez le dio un ataque y después de estar ocho años en coma falleció. Y después le pasó a un tal Ramón, del Hércules, también le quitaron la ficha y no le dejaron jugar habiendo sido internacio­nal Sub-23.

—¿Y a usted qué le vieron?

—Que era hipertenso. Me hicieron todo tipo de pruebas y al final, en diciembre, me dicen que era de tipo emocional (risas).

—¿Recuerda su debut?

—Y tanto, en un Atlético-Las Palmas. Íbamos primeros pero ellos tenían a Guedes, Germán, Gilberto I, Castellano, Aparicio, Tonono, José Luis… Eran la leche. Nos ganaron 1-2 y a mí, su delantero centro, me dio un codazo y me rompió la nariz.

—¿Con quién se entendía mejor del Atlético?

—Adelardo jugaba de interior y luego se adaptó al eje en el medio campo. Como un Busquets. Yo me ponía a la izquierda y a la derecha Ufarte. Estaba Cardona, un hondureño, Luis... Pero al año siguiente llegó Marcel Domingo y puso de falso extremo a Alberto, que era un mediocampi­sta que jugó en el Sporting y Valladolid, y fue un acierto, porque ayudó mucho a dar equilibrio a la media y permitía a Luis quedarse más cercano a Gárate. Y de ese movimiento salió el sistema 4-4-2, con ese falso extremo.

—¿Era muy diferente el fútbol?

—Para empezar, cada uno comía entrar en el

Sus inicios “Me daban 25 pesetas por jugar los partidos del torneo de La Playa”

El cambio

 ??  ?? DELANTERA ATLÉTICA. Ufarte, Luis, Gárate, Irureta y Alberto, un ataque de principios de los setenta.
DELANTERA ATLÉTICA. Ufarte, Luis, Gárate, Irureta y Alberto, un ataque de principios de los setenta.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain