AS (Aragon)

Luis Alberto, Parolo y Bastos, KO durante el partido en el Lazio

- JUAN JIMÉNEZ LA CRÓNICA

EI Sevilla, con (muy) tímidas señales de mejoría, aprovechó que el Lazio es un hospital (tres lesiones durante el partido más las bajas de Immobile y Milinkovic-Savic) y se llevó un fabuloso 0-1 del Olímpico de Roma que le pone en la pista de los octavos de final. No fue el mejor Sevilla posible, pero tocado como venía de sus derrotas en Barcelona y Vigo y el último empate ante el Eibar, era el momento de ser pragmático. El resultado fue lo mejor de un partido que hace unas semanas asomaba con un infierno y que las circunstan­cias adversas para los laziales convirtier­on, si no en un trámite, en algo parecido. Casi siempre que se pone el traje de la Europa League, el Sevilla cumple. No fue una versión arrebatado­ra, pero sí suficiente para curarse del gripazo que traía.

El partido en Roma empezó sorprenden­te. Dos equipos larguísimo­s, especialme­nte el Lazio, con muchísima distancia entre líneas. El Sevilla lo leyó con maestría pronto y jugó muy bien las transicion­es. La del 0-1 fue de clínic. Escudero dibujó una conducción magistral. Por la calle central, como mandan los cánones. Luego dividió en el momento preciso el balón y Sarabia transportó el balón hacia Ben Yedder con una precisión milimétric­a. Después de un par de semanas para olvidar, el Sevilla necesitaba un gol así para autoafirma­rse. Curiosamen­te, el Sevilla jugó peor a partir de ahí y hasta el descanso. Llegó un par de veces más pero quien le salvó fue Vaclík con una parada providenci­al a Marusic. El Lazio, tocadísimo por las lesiones de Milinkovic-Savic e Immobile, se quedó además sin Luis Alberto y sin Parolo en el descanso.

Inzaghi tuvo más malas noticias al inicio de la segunda parte. Cayó Bastos y agotó los cambios con más de media hora por jugar. El Sevilla tuvo un momento para matar el partido pero se hizo un poco el remolón y tampoco le sobra la gasolina. El Lazio no tenía argumentos ni talento sobre el campo, pero sí corazón. Lucas Leiva, futbolista sucio que hizo dos entradas feísimas a Mudo Vázquez y André Silva y ni se llevó tarjeta, puso un nudo en la garganta al sevillismo a cinco minutos del final con un disparo que se fue por milímetros. Luego asustó Lulic. Los buenos últimos minutos de Promes alejaron el balón de la portería del Sevilla y también el peligro. Algo holgazán porque pudo matar la eliminator­ia, pero burocrátic­o, el Sevilla se curó a medias en el Olímpico.

Hospital

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