AS (Aragon)

El K4 de Craviotto afronta el esprint final hacia Tokio

El cambio de Arévalo por Toro provoca un todo o nada

- JESÚS MÍNGUEZ / LA PREVIA

Un jarro de agua fría”. Eso supuso, hace mes y medio y en definición de Saúl Craviotto, la decisión de Cristian Toro de apartarse “agotado” del K4 500. El proyecto estrella del piragüismo, el de los tres campeones olímpicos (el otro es Marcus Cooper) y el mundial Rodrigo Germade, se quedaba sin uno de sus pilares después de haber logrado dos platas en los Mundiales de 2017 y 2018. El de 2019, que comienza hoy en Szeged (Hungría), es el de la verdad. La única oportunida­d que tendrán de clasificar­se para Tokio 2020 (deben estar entre los siete primeros europeos). Así que tocó reinventar­se. Sumar al grupo a Carlos Arévalo (Betanzos, A Coruña, 25 años y militar de profesión) e iniciar un esprint lleno de incertidum­bre

hacia la meta de lograr el billete a los Juegos, en los que Craviotto aspira a ganar una quinta medalla.

“Cristian tomó la mejor decisión para él porque estaba desmotivad­o. Ojalá amueble otra vez las ideas, retome la ilusión y vuelva”, reflexiona Craviotto (34 años) sobre su compañero, con quien fue oro en Río en 2016 en K2 200. El gallego, de 27 años, había sido padre en noviembre pasado y en los selectivos de abril que organiza la Federación para mantener la tensión y asegurar la competenci­a no estuvo bien. Sin embargo, Arévalo fue segundo en la prueba de K1 350 que servía de test. Se mantuvo a Toro y llegó la Copa del Mundo de Duisburgo: quintos. Y los Juegos Europeos de Minsk: últimos… La preocupaci­ón era evidente. Y Cristian dio un paso al lado.

“Lo de Minsk fue un desastre, pero sirvió para ponernos las pilas”, se sincera Craviotto. Arévalo, que se entrenaba también en el grupo de Miguel García en Trasona, fue el recambio natural. “Carlos habla nuestro idioma, pero la tarea ha sido ingente”, explica el técnico. El K4, construido con cuatro colosos que desplazan 400 kilos en la piragua, es también como un ballet. Si falla la sincroniza­ción que dirige Craviotto, el marca, nada sirve.

Fatiga.

“Ideamos ejercicios alternativ­os en tierra que no generaran fatiga porque no se podía estar siempre en el agua haciendo series. El cuerpo debe descansar. También tocó mucho visionado de vídeo, sesiones de K2 con Saúl y Arévalo para acabar de coger la palada… Echamos muchas más horas. Todos lo sabían: o le sacábamos mucho jugo, o no íbamos a llegar a tiempo”, explica el entrenador. “Ahora el equipo está animado y positivo. Nos hubiera gustado disponer de más margen, pero el K4 es competitiv­o otra vez”, concluye.

Mañana serán las series, el sábado la semifinal y el domingo (13:21, TDP), la final. “Al principio estábamos asustados, pero Carlos está ya acopladísi­mo. Si a la semana hacíamos tres sesiones de K4, pasamos a realizar seis. Y eliminamos los días de desconexió­n que realizamos cada mes para quedarnos todos en Asturias. Hace un año hubiera dicho que el rival a batir es Alemania (oro en las dos últimas citas). Ahora, tengo que contestar que también Rusia, Francia, Bielorrusi­a…”, reconoce Craviotto. En Szeged se resolverán las dudas.

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LISTOS. El K4 de Craviotto, Arévalo, Cooper y Germade (desde delante hasta atrás), el lunes en Trasona (Asturias) en su último entrenamie­nto.

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