AS (Aragon)

Superman y Roglic se fueron al suelo en el tramo de tierra

- JUAN GUTIÉRREZ LA CRÓNICA

EI guion se reescribió varias veces en la novena etapa de la Vuelta, una de las más esperadas de esta edición, con cinco puertos y un tramo de tierra concentrad­os en 94 kilómetros por las montañas de Andorra. Una sabrosa salsa a la que se añadió un nuevo ingredient­e en plena cocción: una tremenda tormenta. Ganó Tadej Pogacar, esloveno de 20 años, uno de esos jóvenes diamantes elegidos para dominar el ciclismo. Y Nairo Quintana se enfundó el maillot rojo, con sólo 6 segundos sobre Primoz Roglic, otro esloveno. Eso es lo que pasó en la llegada de Cortals d’Encamp, pero pudieron haber ocurrido otras cosas diferentes. Todo fue cambiando en plena marcha. Y nada fue lo que parecía.

Pudo haber ocurrido, por ejemplo, que Miguel Ángel López hubiera dado un golpe

magistral a la clasificac­ión. Iba camino de ello, pero sufrió una caída, justo cuando el diluvio había dejado los televisore­s sin señal. El colombiano ya había vestido tres veces el maillot rojo en esta Vuelta, y en las tres lo cedió al día siguiente, sin importarle demasiado. En esta ocasión estaba dispuesto a recuperarl­o para siempre, con un órdago a 20 kilómetros de la cima, después de que su escuadra, el Astana, planteara una estrategia de manual.

En el primer puerto, el Coll d’Ordino, el equipo kazajo había metido a tres corredores (Fraile, Fuglsang y Gorka Izagirre) en la escapada, igual que el Jumbo había colocado otros tres (Gesink, Kuss y Powless) y el Movistar a dos (Pedrero y Soler). Los soldados ya estaban desplegado­s para la batalla. Y todos ellos, unos más que otros, tuvieron su importanci­a en los movimiento­s tácticos. En el siguiente coloso, el Coll de La Gallina, el Astana impuso un ritmo infernal, con un enérgico Dario Cataldo que parecía que había tomado prestada la capa de su líder, Superman.

Enfurecido­s.

La Gallina ya noqueó al maillot rojo, Nicolas Edet, pero el Astana miraba más alto. Y allá se fue Superman López, a 20 kilómetros, a ganar la etapa y sentenciar la Vuelta, a escribir una página bella de ciclismo. Primero enlazó con Gorka Izagirre, que tiró de él durante un rato. Luego le esperó Fuglsang, que trabajó otro tramo. Su ventaja rozaba el minuto cuando empezó a caer el diluvio universal y se perdieron las imágenes de televisión. Luego supimos que había sufrido una caída en el tramo de sterrato, cuando todavía llevaba una treintena de segundos. El guion se escribía de nuevo.

También pudo haber ocurrido, otro ejemplo, que Marc

Soler hubiera ganado la etapa. Pero Nairo Quintana y Alejandro Valverde habían atacado a dúo por detrás, percutían sobre el accidentad­o López y sobre el amenazante Roglic, que también padeció una caída en la grava, según su equipo, por una maniobra de una moto. Superman estaba muy tocado. Y el esloveno sufría, todos sufrían. La jornada fue durísima. Nairo lanzó un ataque en la subida final, con Pogacar pegado a su rueda. El maillot rojo asomaba en el horizonte. Y el Movistar mandó parar a Soler, que no lo encajó con buen espíritu, como demostraro­n sus movimiento­s negativos de cabeza, sus aspaviento­s discrepant­es. Otro lío para el equipo telefónico.

El Movistar se quedó sin etapa, pero al menos sí atrapó el maillot rojo, aunque todavía con una escasa ventaja: unos raquíticos 6 segundos que no aseguran nada. También pudo haber ocurrido que Roglic hubiera salido líder de Andorra, pero tampoco pasó. El guion se reescribió. Ahora dicta que hoy toca descanso y que mañana, tras la contrarrel­oj de Pau, el esloveno al fin liderará la Vuelta.

Caídas

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