AS (Aragon)

Asturias decide

El Acebo y La Cubilla examinan en dos días la solidez de Roglic

- JUAN GUTIÉRREZ

Asturias es un clásico de la Vuelta, una visita obligada para encadenar sus imponentes montañas. Más raro es presenciar un esprint, como ocurrió ayer en Oviedo con victoria de Sam Bennett, la segunda que consigue en la presente edición. Los velocistas tienen pocas oportunida­des para la gloria en la ronda española, por eso sus equipos se exprimen para no desaprovec­harlas. Hasta ahora sólo habíamos visto dos, rematadas por el propio Bennett en Alicante y por Jakobsen en El Puig. El desempate vino en una extraña y desordenad­a volata, condiciona­da por una caída bajo la pancarta del último kilómetro, la flamme rouge, que afectó a algunos gallos como Alejandro Valverde y Tadej Pogacar, pero sobre todo a un esprínter, Luka

Mezgec, que tuvo que ser evacuado en ambulancia. La pérdida de tiempo no se contabiliz­ó, al producirse en la zona técnica.

Hubo una escapada, lógico, pero esta vez tenía pocas esperanzas de culminar en el podio. Seis protagonis­tas, luego reducidos a cuatro, con el gigante Diego Rubio como único español, salieron a una caza imposible. Otro valiente del Burgos que aumenta los minutos de publicidad, amortizado­s ya con la victoria de Ángel Madrazo en Javalambre y con su maillot de lunares, que sigue sufriendo y se descolgó en los últimos kilómetros. Fue un final duro para la escuadra castellana, que vio a Jorge Cubero inmerso en la caída. Los equipos de los velocistas, con el Deceuninck al mando, decidieron que no era una buena fecha para las osadías. Y su tren arrolló a los valientes.

El esprint fue un aperitivo asturiano, una buena sidra antes de afrontar las dos etapas de gran montaña que teóricamen­te deberían decidir el maillot rojo. Esas cumbres habían relegado en los últimos años a Oviedo a un segundo plano en la Vuelta. Esta ha sido la décima visita a Vetusta y la primera del siglo, 32 años después de la victoria de Carlos Hernández, escapado, en 1987. Otra cosa es el ovetense alto del Naranco, que ha acogido 14 llegadas desde que se estrenó con aquel histórico triunfo de José Manuel Fuente en 1974, levantando la pierna izquierda que se había operado unos meses antes. La foto de su recuerdo.

El Tarangu. El añorado Tarangu, doble campeón de la Vuelta en 1972 y en aquel 1974, ha sido el mejor ciclista asturiano de todos los tiempos, uno de los escaladore­s más grandes de la historia, un héroe trágico, como su coetáneo Luis Ocaña. Sus vuelos y sus pájaras serán eternament­e recordadas. Si estuviera aquí, a los lomos de una bicicleta, se frotaría las manos ante los perfiles de las dos próximas etapas de gran montaña, ante esos finales en El Acebo (hoy) y La Cubilla (mañana).

Primoz Roglic se ha mostrado como un líder sólido, sin aparentes fisuras en ningún terreno, tan fuerte como el que más con la carretera hacia arriba. Pero si rebobinamo­s tres meses atrás, nos encontramo­s al esloveno en el Giro, con una ventaja similar que un escalador, Richard Carapaz, supo echar abajo, y que otro, Mikel Landa, estuvo a punto de neutraliza­r. Fue en una carrera en la que el Movistar se mostró capaz de manejar con equilibrio su bicefalia, de correr con dos líderes, de alternarlo­s en los ataques hasta erosionar al oponente. Valverde y Nairo Quintana deberían tomar nota, seguro que lo han hecho. Otra cosa será que tengan fuerzas para voltear la tortilla.

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 ??  ?? BUEN AMBIENTE. Los aficionado­s colombiano­s se dejan ver en las salidas y las metas de la Vuelta, pero también en las cunetas para apoyar a sus compatriot­as.
BUEN AMBIENTE. Los aficionado­s colombiano­s se dejan ver en las salidas y las metas de la Vuelta, pero también en las cunetas para apoyar a sus compatriot­as.

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