C’est fini
Peor imposible. El regreso de Zidane a la Champions, su territorio fetiche, resultó un doloroso fiasco traducido en una derrota sin paliativos. Y eso que al PSG le faltaba su tridente de lujo.
Naufragio. Prefiero no preguntarme qué hubiese sucedido si hubiesen estado Mbappé, Cavani y Neymar en el Parque de los Príncipes. Mejor no imaginarlo. Necesito hacer un agudo ejercicio de memoria para recordar un partido en el que el Madrid no sea capaz de lanzar un solo tiro entre los tres palos. Ya sabíamos que sin Cristiano la travesía por el desierto sería dura y agotadora. Pero hemos pasado de aplastar rivales a convertirnos en el eje de sus fantasías futbolísticas. El PSG de Tuchel supo a lo que jugaba desde el pitido inicial. El Madrid pasaba por allí, tocaba en horizontal y buscaba a Bale, que ha pasado de descartado a ser el último almacén del orgullo extraviado en una planificación carente de miras y abonada a devaluar un equipazo que llegó a ser el rey de reyes en Europa. Identidad. Eso nos falta. En el once inicial alineado por Zizou, el Madrid sólo tenía un español (Carvajal). El PSG tenía dos (Bernat y Sarabia), a los que luego se unió Ander Herrera. Ya sé que el fútbol es universal y que estamos en un mundo globalizado donde da igual el origen de cada uno. Pero las raíces emocionales ayudan a sacar adelante partidos que vienen como un bebé de nalgas. ¿Militao es mejor que Nacho? ¿Mendy es mejor que Reguilón? ¿El Kroos actual juega con más intensidad y empeño que Ceballos? Entre los cedidos hay hambre. Entre los quedados hay mucho conformismo. Caer de forma estrepitosa ante un rival sin su tridente de lujo obliga a reflexionar y a hacer una autocrítica severa, la única manera de salir de un túnel que está oscuro y sin que se atisbe una luz que alimente la esperanza.
De María 31. Esa es la edad de Di María. Jugó con el mismo entusiasmo adolescente que al Madrid le ayudó a ganar la
Valladolid, Levante, Villarreal,