Los pilotos se enfrentaron a una noche única en el desierto
No fue una noche más. De hecho, los pilotos no han vivido una parecida en todo el Dakar. Acostumbrados a dormir en caravanas o, en tiendas de campaña los menos afortunados, en Shubaytah lo hicieron todos juntos en un par de carpas (una sola para mujeres). Unas iguales que las que ocupan los periodistas en la sala de prensa, pero habilitadas como dormitorios. En lugar de mesas y ordenadores, literas (de hasta tres niveles) y colchones en el suelo.
La imagen fue de lo más curiosa con todos cogiendo sitio y colgando o dejando sus cosas por el suelo en el hueco que encontrasen. Unas pertenencias que tuvieron que preparar el día anterior en el campamento de Haradh y que recogieron en una bolsa según acababan la primera parte de la maratón. Lo necesario para poder asearse y dormir… si es que pudieron hacerlo lo que les hubiera gustado. Porque lo duro no es compartir habitación con compañeros, sino no poder contar con la ayuda de sus mecánicos para reparar los desperfectos de sus vehículos, que en algunos casos fueron importantes. Ese era el verdadero reto de la maratón, el de evitar todo lo posible los problemas porque la única asistencia que se permitía entre una parte y la otra es la que se pueden hacer entre ellos mismos. Así que la colaboración era más agradecida que nunca en una noche única en el desierto.