AS (Aragon)

El sueño empezó hace 20 años

De niños iban a la misma aula en el colegio Anglo-americano de Río de Janeiro; hoy, a punto de convertirs­e en dos treintañer­os, son indiscutib­les en La Roja de Luis Enrique

- JULIÁN BURGOS VALENCIA

Principios del año 2001. Patio del colegio Anglo-americano, en Barra de Tijuca (Río de Janeiro). Allí estaba Rodrigo Moreno, con nueve años y un balón en los pies. Regateaba, dominaba el juego y marcaba casi todos los goles. Era el bueno del cole. En esos días, llegó a su clase un niño pequeñito, que hablaba en gringo (extranjero), según el propio Rodrigo, pero que en el campo era tan bueno como él. Decían que era el hijo de un campeón del mundo, Mazinho, pero eso en el patio de la escuela servía de poco. Thiago demostró pronto su calidad y entró en el equipo del centro. Ambos empezaron a congeniar.

Días después, sus padres coincidier­on en un entrenamie­nto. Ambos, exfutbolis­tas. Adalberto y Mazinho hicieron a sus familias inseparabl­es. Allí, sin saberlo, empezaba un sueño que en los próximos meses cumplirá 20 años.

Enseguida, el equipo del colegio Anglo-americano empezó a llamar la atención en todo Río de Janeiro. Con sus dos estrellas, arrasaban a todos los de su edad. “Jugamos 40 campeonato­s y ganamos 39. De 150 partidos, en dos años, sólo perdimos tres. Jugábamos por todo Brasil, en Estados Unidos... Y ellos dos siempre eran los mejores. Tanto, que no se creían que dos jugadores tan buenos coincidier­an en un mismo colegio. ¡Hasta nos pedían los papeles!”, comenta Carlos Eduardo Figuereido, Barril, su entrenador de entonces.

“A Rodrigo lo empecé a entrenar con cuatro años. Era un genio y una persona maravillos­a. Siempre le gustaba jugar de delantero, aunque antes de llegar Thiago le bajaba al centro del campo para que organizara el equipo. Yo siempre le decía a Adalberto que llegaría más lejos que él”, relata Barril. “Thiago jugaba igual que ahora. Por delante de la defensa, con su técnica, organizaba el juego”, añade.

Pasaron dos años en los que compatibil­izaron el fútbol con el fútbol-sala, donde pulieron aún más su técnica. Pero llegó el momento de dar el salto a las categorías inferiores de un equipo profesiona­l. Con 11 años les fichó el Flamengo, el club de Adalberto, para jugar en los infantiles, a pesar de que a Mazinho le tiraba más el Vasco da Gama. Entonces ya eran inseparabl­es. Irían juntos al Flamengo. Allí también eran los mejores. Se buscaban y lucían pese a ser nuevos en el equipo. “Teníamos un gran conjunto, pero enseguida me di cuenta de que Rodrigo y Thiago eran diferentes”, asegura Anthoni Santoro, su entrenador en el Fla. “Rodrigo tenía una excelente técnica. Era un delantero rápido que anotaba goles, chutaba fuerte y sabía cómo jugar en los costados. Thiago era muy ligero. Jugaba por delante de la defensa, sabía cómo defender y atacar con la misma calidad, siempre con la cabeza alta”, explica Santoro.

Sólo un año después, sus familias se mudaron a España y su historia es más conocida: Ureca de Nigrán y Celta. Luego Thiago se fue al Barça y Rodrigo, al Madrid, aunque coincidían en las inferiores de la Selección. Cada uno brilló por su lado. Hasta que el 8 de septiembre de 2018 se cerró el círculo, en Wembley. Rodrigo marcó a pase de Thiago el 1-2. Ese gol lo habían marcado muchas veces en el colegio. “Fue muy bonito verlo”, comenta Santoro. “Es un orgullo ver por televisión que los dos son de los mejores del mundo”, señala Barril.

Escuela “La gente no se creía que dos niños tan buenos fueran a la misma clase”

Flamengo “Teníamos un gran equipo, pero pronto vi que eran diferentes”

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Rodrigo y Thiago celebran el gol que marcó el valenciani­sta a Inglaterra, a pase de su amigo.

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