Edurne Pasaban “Tras el último ochomil, me dije: ¿y ahora qué”
EHoy se cumplen diez años de la llegada a la cima del Shisha Pangma de Edurne Pasaban (Tolosa, 46 años). En aquella cumbre se convirtió en la primera mujer en completar los 14 ochomiles del planeta y, con la perspectiva que dan los años, repasa aquella gesta en AS.
durne Pasaban vive el confinamiento junto a su pareja y su hijo en el Valle de Arán. Allí, mientras espera retomar su actividad de conferenciante, le ha pillado el décimo aniversario del logro con el que entró en la historia del himalayismo, la cumbre del Shisha Pangma que la convirtió aquel 17 de mayo de 2010 en la primera mujer en completar los 14 ochomiles.
—Diez años de aquella cima... ¿cómo la recuerda?
—Por un lado, estos diez años han pasado volando, pero también me da la impresión de que está muy lejos, como si fuera otra vida. Cuando lo logramos, sí experimenté una sensación enorme de satisfacción, de ‘por fin lo logramos’. Pero, a continuación, también me dije... ‘bueno, ¿y ahora qué?’. Tras tanto tiempo centrada en un objetivo, sentí que tenía que rehacer mi vida.
—Aquella carrera por ser la primera mujer con los 14 ochomiles. ¿Fue tan competitiva como se vio desde fuera?
—El deporte se entiende como competición y creo que se vendió así. Al principio éramos tres: la austriaca Gerlinde Kaltenbrunner, la italiana Nives Meroi y yo. ¡Y para nada era una carrera! Pero cuando en 2007 apareció la coreana (Oh
Eun Sun), con el gobierno detrás y tantos recursos sólo para el récord, reconozco que me planteé que no me podía adelantar.
—¿Con qué ascensión se queda de las 14?
—Todas fueron diferentes y especiales, pero elegiría el K2. Era el más complicado y creo que me dio más confianza y credibilidad. —Hubo momentos malos. En 2006 tuvo que frenar su actividad por una depresión.
—Así son las enfermedades mentales. A mí me ocurrió en mitad de mi carrera. Un momento, con 31 años, en el que me planteé muchas cosas. Por ejemplo, como mujer pensaba: ‘¿por qué me dejan todas mis parejas?, ¿por qué no tengo hijos como mis amigas?’. A cualquiera nos puede pasar y yo lo superé.
—Hoy se encontrará con sus compañeros en la montaña, incluido Juanito Oiarzabal, con el que vivió un sonado desencuentro en 2010.
—Sucedieron muchas cosas y, de repente, pasamos de ser íntimos a no hablarnos en siete años. Fue muy duro, recuerdo pensar que si le ocurría algo en alguna expedición sin haber arreglado lo nuestro, no me lo perdonaría. Hasta que nos reconciliamos en aquel programa de Risto Mejide. Ahora volvemos a ser íntimos. Hablamos todas las semanas sobre cualquier cosa. No es que pasáramos página... Yo es que cerré ese libro y lo quemé.
—Otro con el que se reúne es Alex Txikon, últimamente en retos extremos en el Himalaya. ¿Le da envidia?
—¡Un montón! Pero envidia sana, ¿eh?
Yo vivo una época diferente, soy madre, mi hijo es pequeño... Pero sigo con gran interés todas sus expediciones.
Depresión “A mí me pasó en mitad de mi carrera, así es esta enfermedad”
—¿Y si su hijo le dice un día que quiere subir un ochomil?
—¡Uf! Si me dice que es lo que quiere realmente, le apoyaré al máximo. Pero, egoístamente, me da miedo. En mi caso, cuando se lo decía a mi familia, no sabían lo que era. Yo sí lo sé.
—¿Y por qué subía usted?
—Porque era lo más cerca de la libertad que podía estar. La montaña la elegí yo, nadie me la impuso. Me ha dado a mis mejores amigos, también me los ha quitado. Nunca la he abandonado, sigo yendo, pero con otros proyectos. No entendería mi vida sin la montaña.
Madre “Apoyaría a mi hijo si quiere subir un ochomil, pero me daría miedo”