AS (Aragon)

Orriols dictará s

Mucha igualdad y respeto en el partido de ida de las semifin ● Melero adelantó al Levante con un gol que vale oro ●Í

- ALFONSO HERRÁN

Frente al descalabro azulgrana y ese Sevilla al que parece faltarle solo el meñique para plantarse en la final de Copa, en la otra parte del cuadro, la cosa tiene miga. A estas alturas nadie podría apostar ni medio euro a si Athletic o Levante serán los que se planten en La Cartuja a mediados de abril. Cada uno sigue con su sueño intacto. Los leones, con el del triplete entre ceja y ceja tras el supercampe­onato y el derbi de coronación aplazado en 2020. Y los granotas, con la idea de su primera final en más un siglo de vida. Orriols decidirá. El tanteo inicial provocó un combate nulo. Un tiempo para cada uno. El primero, con un Levante descarado y dominador. Y el segundo, gobernado con mano de hierro por los bilbaínos, que colecciona­ron ocasiones. Tendrán que marcar en campo enemigo si quieren pasar. La tensión fue palpable y ninguno se acercó a su mejor versión. Los argumentos futbolísti­cos fueron incompleto­s.

Paco López venía distinguie­ndo en su equipo entre una facción liguera y otra copera. Esta vez, en un momento tan señalado para la posteridad, solo dejó a Cárdenas en la meta y Coke en el lateral derecho como vestigios del segundo grupo. Y no se abonó a ese 4-4-2 que es como la Biblia para Marcelino, un credo que no abandona ni en un naufragio. Puso el técnico granota un 4-1-4-1, con Radoja por delante de la defensa y Roger como referencia en punta. Así que diseñó una madeja de cinco jugadores en medio campo y salió dominando en esa olla donde se cuece el fútbol. En fase defensiva, el jugador serbio se incrustaba como tercer central, con lo que hacían trizas por superiorid­ad a Raúl García y Williams.

El Levante no entiende de sumisiones por orden de la historia, ni de regalar el preciado el balón a alguien que se autodenomi­na supercampe­ón de España. Salió a jugar en campo enemigo con una alegría contagiosa e hizo correr a los leones detrás de la pelota y de las sombras que proyectaba­n sus jugadores sobre el césped. Dominó todas las facetas del juego, mientras que el Athletic estaba sin ritmo, se precipitab­a ansioso y no digería bien lo que tenía que hacer para contrarres­tar semejante abuso.

El gol llegó por pura inercia. Un balón a la banda al omnipresen­te De Frutos y este tuvo tiempo para meter un gran centro. Melero estaba abanicándo­se en el área, más solo que el sheriff en una película de forajidos. Vencedor, jugador de clase que representa parte del futuro de la entidad, no fue a cubrir ese hueco. El fallo del centrocamp­ista madrileño a la hora de echar el lazo fue curiosamen­te un control perfecto. Tuvo tiempo para armar el disparo silbando y fusiló a Unai Simón. Después acabó lesionado.

El Athletic llegaba tarde a todo. Si le avisaban que salía el AVE para la final, podría pensarse que esperaba al siguiente tren. Nunca echa el candado a su portería. Siempre

recibe algún gol y eso en Liga puede repararse, pero en Copa, y más en tu campo, te condena. Le va la marcha, la épica, y eso que no tiene a su gente abrigándol­e. Ha empezado perdiendo siete de los últimos ocho partidos, incluyendo los cuatro de

Copa. No se enteró de si la película era un drama, una comedia, un musical o una de indios y vaqueros.

Marcelino modificó el discurso a través de los cambios. Tras 45 minutos de ronquidos, los leones se dispararon con tres sustitucio­nes: los pivotes (Unai López y Vesga) y el lateral diestro (bajó De Marcos y se puso por delante Berenguer). Arreció una catarata de ocasiones. Raúl, Williams y Berenguer hicieron trabajar a un gran Cárdenas. El Athletic se quitó los grilletes y liberó un juego explosivo. A la hora de juego, un saque de esquina lanzado por Muniain destapó una estampa de absoluto emperador de Íñigo Martínez, que se levantó como un cohete ante Clerc y giró el cuello primorosam­ente para empatar. El Athletic nada tuvo que ver con el liliputien­se equipo del primer acto. El Levante también mudó su piel y empezó a jugar a que no pasara nada. Así cayó el telón. Todo queda para marzo. Quedan muchos partidos en cartelera antes del dictamen final.

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Melero celebra de esta forma, tras un mal control pero que le salió afortunado, el primer gol de la noche en San Mamés, luego igualado.
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