Martirio en Kiawah
El Ocean Course, uno de los campos más difíciles de EE UU, muerde en el segundo major del año
EI -20 de Jason Day en Whistling Straits en 2015, el -16 de Brooks Koepka en Bellerive en 2018 o el de McIlroy en Valhalla en 2014, el -18 de Tiger en Medinah en 2006... Son algunos de los resultados por los que el PGA Championship suele considerarse el major más suave, más propenso a tarjetas bajas, algunas difíciles de ver en el Masters, el British Open y no digamos ya el US Open.
Pero este año el torneo se juega sobre el Ocean Course de Kiawah Island, una lengua de tierra sometida a los vientos del Atlántico, flanqueada por marismas y largas extensiones de arena, que ya enseñó los dientes en la edición de 2012 y, sobre todo, en la despiadada Ryder de 1991. Un trazado larguísimo, más de 7.200 metros, que siempre se encuentra entre los mejores y más difíciles del país en los rankings que elaboran la prestigiosa Golf Digest y la
Federación Estadounidense (tiene un rating de 79.1, el más alto de EE UU).
Ayer, en la primera vuelta, el diseño de Pete y Alice Dye sólo toleraba 27 tarjetas bajo par al cierre de esta edición entre los 156 jugadores que tomaron la salida. Ninguna de ellas era de alguno de los dos españoles en liza: Jon Rahm y Sergio García. El vizcaíno (dos birdies y dos bogeys) y el castellonense (cuatro birdies y otros tantos bogeys) hacían la goma y se encontraban al par tras 15 y 12 hoyos respectivamente. No muy lejos del canadiense Corey Conners, que marchaba líder en -5 con 16 hoyos jugados. Favoritos a priori como McIlroy o Justin Thomas (en -3) perdieron el primer pulso contra un Ocean Course que no perdona.