AS (Aragon)

El Madrid

El equipo de Zidane remonta cuando ya no había esperanza con goles de Benzema y Modric

- LUIS NIETO

Marcelo jugó su partido 528 con el Madrid, con el que superó a su predecesor en el puesto, Roberto Carlos (527). Lo hizo en el que puso ser el último partido de su carrera de blanco, pues el plan del Madrid es que Miguel Gutiérrez suba a la primera plantilla el curso que viene. También pudieron despedirse Varane, Mariano, Asensio e Isco. Ramos, que sigue sin renovar, no jugó ni un minuto.

Hay algo que no encontrará­n en las vitrinas del museo del Madrid y que, sin embargo, le representa tanto como esa larga y plateada colección que allí se exhibe: ser admirable en la derrota. Es costumbre en la casa, aunque hubo épocas en que se perdió. Y este Madrid sin gol, sin fuerzas, incluso sin estadio, repleto de monaguillo­s al final, lleno de atenuantes y con sólo un agravante, haber desnudado excesivame­nte su plantilla en un curso de pandemia, murió en el último instante del último día. Mérito de Zidane y de su guardia treintañer­a, empeñados en ganar después de ganar. Esta vez no les alcanzó, pero el francés y el grupo dejaron una pista: no ha faltado sudor sino plantilla. Y en su empeño para que no desfalleci­era el grupo está a punto de hacerlo el técnico, dueño de sus finales. Aún no ha dicho que se ha ido y ya le están echando de menos.

MARCELO SUPERA A R. CARLOS EN SU POSIBLE ADIÓS

El partido a partido va para todos. También para Emery, que tiró la casa por la ventana con el once para no perder una bala, aunque incierta, por guardarse otra, no menos incierta. El once del Di Stéfano se parecerá al que presentará ante el United, otro tiburón europeo, en el partido de todos los tiempos para el Submarino. Así puso a salvo la limpieza de la competició­n y también la de su conciencia, por si todo falla el miércoles.

En el Madrid, Zidane no se atrevió con Ramos, en un partido mitad crucial, mitad sentimenta­l. Pero puso el por si acaso por encima de cualquier otra cosa, con la herida de Stamford Bridge abierta. Aquella fue una alineación indebida. De esta sólo puede discutirse la exclusión de Nacho y la insistenci­a en Asensio, sobre el que quizá haya que abortar misión.

El partido amarilleó de salida. Quedó la falsa impresión de que el

Madrid entonaba el hasta aquí hemos llegado, que ya no quedaba fe en el depósito. Fuerzas hace tiempo que se agotaron. Y también que enfrente había un equipo estupendo. Parejo prueba que se puede jugar muy bien sin pasar de tercera; Gerard Moreno, que tiene más peligro que fama; Albiol, que el fútbol no tiene edad; Yeremi Pino, que lo que se está cociendo merece la pena. La situación, por extrema, pedía un gol exprés del Madrid para atacar al sistema nervioso del Atlético, para aterroriza­r al favorito, pero el equipo blanco pareció salir sin la emoción del que huele el título. Y en esas, dos goles inesperado­s, uno del Valladolid y otro de Yeremi Pino, que pinchó una pelota servida por Gerard Moreno y la mandó la red con un toque sutil. Castigo merecido a un Madrid sin fuego en el cuerpo.

Pasado el cuarto de partido Asensio metió un cabezazo alto, lo

 ??  ?? Los jugadores del Real Madrid se lamentan tras el pitido final, al comprobar que el Atlético había ganado en Valladolid y se llevaba la Liga.
Los jugadores del Real Madrid se lamentan tras el pitido final, al comprobar que el Atlético había ganado en Valladolid y se llevaba la Liga.
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