La Copa América más chapucera
Brasil recibe el torneo con la pandemia descontrolada, estadios improvisados e indefinición
Brasil corre contra el reloj para intentar organizar una Copa América que nadie quiso en medio a la crisis sanitaria que vive el continente.
La Copa América no empieza hasta el domingo, pero Brasil ya es campeón en polémicas, desorden, improvisación y, lo más grave, de víctimas por la pandemia. Mueren de media 1.650 brasileños todos los días por COVID, los hospitales están colapsados y los especialistas calculan que, pronto, el país superará a EE UU en número total de fallecidos, que hoy se acerca a los 500.000.
Dentro de esta realidad, el presidente Jair Bolsonaro y el ya expresidente de la CBF, Rogério Caboclo, destituido el lunes por una grave acusación de acoso sexual a una trabajadora de la organización, decidieron acoger a una Copa América que Argentina y Colombia rechazaron, priorizando el combate a la crisis sanitaria. Y tuvieron que organizar un torneo continental con menos de dos semanas de antelación y con el país en estado de alarma.
La reacción de los futbolistas brasileños fue inmediata y sólo decidieron jugar el torneo tras el cese de Caboclo, que llegó a amenazar con echar al seleccionador Tite, para designar un técnico que se alineara ideológicamente con Bolsonaro. Varios Estados, como Minas, Pernambuco y São Paulo rechazaron recibir partidos del torneo, que será disputado en cinco estadios de cuatro ciudades. Sólo dos de estas localidades tienen equipos en Primera División.
Sin tiempo para organizar alojamientos y campos de entrenamientos, varias selecciones, como la Argentina de Messi, tendrán que concentrarse en sus países y hacer larguísimos viajes a Brasil 24 horas antes de sus partidos.
Las polémicas, sin embargo, no han acabado. Ayer la Fiscalía abrió una investigación contra la CBF, las sedes y patrocinadores del torneo por “actos violadores de los derechos a la vida y a la salud pública”.