El Madrid se tambalea
Un Valencia incontestable fuerza el tercer partido ante un rival al límite ● Primera derrota blanca fuera de casa
Tarde, pero aún a tiempo. El Valencia Basket compareció en la semifinal con 48 horas de retraso, después de dejar pasar una oportunidad única el domingo ante un Madrid que le barrió groseramente en el rebote con una plantilla plagada de bajas y de tocados. Y también, recuerden, con un solo base, factor clave en un segundo asalto en el que el equipo taronja salió a coger el toro por los cuernos hasta inmovilizarlo. Lo domó, lo hizo suyo, cayó el Madrid a domicilio por primera vez en lo que va de Liga tras una racha récord de 19 victorias consecutivas. Derrota incontestable.
Los de Ponsarnau, en el duelo 200 de su técnico, a la estela únicamente del gran Miki Vukovic (231), asfixiaron al campeón de la fase regular y compensaron la batalla reboteadora. Cierto es que no agarraron un rechace ofensivo hasta el tercer cuarto, pero controlaron las capturas bajo su canasta y su defensa provocó varias transiciones cómodas.
En un bloque en el que faltan muchos referentes, Tavares tampoco tiene el ritmo, ni la fuerza, ni la movilidad de antes de la lesión (y Poirier ha frenado su efervescencia). El Valencia supo mover a la torre y al resto del quinteto hasta encontrar la mejor opción. Desde un San Emeterio que partió de titular a un Hermannsson decisivo que hizo crecer a sus compañeros y que clavó el triplazo sobre la bocina del descanso que abría la brecha a un +15 (44-29). La afición, en su tercer pase de la temporada en La Fonteta, lo disfrutó. Y Dubljevic, el capitán, tanto o más, jugó para los suyos, para hacer mejor al grupo.
Los blancos se fueron encogiendo, primero sin puntería, y luego con nula capacidad para generar juego. Alocén empezó pujante, pero desacertado, y se diluyó, mientras que Juan Ñúñez tiene 17 años y ha debutado esta semana. En el baloncesto moderno, con las posesiones comprimidas, cuando el ataque no sale, la bola acaba muchas veces en el base para que resuelva rápido, principalmente en individual. El Madrid carece ahora de ese recurso.
Apenas asomó Carroll, y de inicio, con 7 de los 9 primeros puntos. El apagón era una cuestión colectiva. La defensa taronja cada vez encimaba más a un adversario que en sus peores minutos del segundo acto recurrió a un carrusel de triples forzados que le descabalgó. El siguiente peor que el anterior, solo embocaba Garuba con los pies parados y sin botar. A Causeur y a Taylor no los acompañaba el duende del estreno. En ese segundo cuarto solo una canasta, un mate de Tavares.
Y en la reanudación, más de lo mismo comprimido en tres minutos en los que la nave taronja voló hasta el 50-31 que parecía finiquitar el pulso. Lo hizo, 1-1. Labeyrie fue el compendio de las virtudes del Valencia, por energía, juego, movilidad y acierto, por corazón. Un equipo muy superior esta vez frente a otro al límite, un Madrid que sigue en pie aunque se tambalee. La vida es mucho más difícil sin una rotación de bases, sin cuatros, sin Abalde y con un Rudy de aquella manera. Mañana, la resolución.