AS (Baleares)

La modernidad es Morata

En Anoeta se reveló como fichaje de tronío Gol de fantasía de Asensio y doblete de Bale Kovacic pide sitio La Real Sociedad pagó cara su mala salida

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El Madrid salió reconforta­do de Anoeta, donde tuvo una salida de galgo, condujo el partido sobrado de autoridad y acabó por convencers­e que hay vida más allá de la BBC. La actuación de Morata pone en peligro la pervivenci­a de tan mediáticas siglas. Él y Asensio traen encanto y modernidad al equipo. Y Kovacic ha acabado por entrar en el pelotón de los que cierran el camino a Isco y James. Se fue de vacaciones transferib­le y ha regresado muy disponible.

El gol de Bale al minuto de juego alteró terribleme­nte el perfil del partido. Fue un tanto de corte clásico, sin barroquism­os. Un cambio de juego de Sergio Ramos, un control de mérito de Carvajal y un envío preciso de este a Bale, que iba un segundo por delante de la jugada y aplicó un cabezazo a la antigua usanza. El galés es plutonio enriquecid­o en los balones aéreos. Fue su cuarto gol en cuatro partidos en Anoeta (luego hizo otro). No le invitarán a la próxima Tamborrada.

En ese tanto se apoltronó el Madrid con Kovacic al frente del sistema operativo. El primer mensaje de Zidane en el curso fue que pesa más el método del serbio que las fantasías de Isco y James. El segundo, que Asensio echó la puerta abajo este verano. Fue pieza de museo el gol del balear, controland­o a un toque un envío de 50 metros de Va- rane y adornándos­e con una vaselina en el remate. Un muletazo de maestro, no de novillero.

Entre un gol y otro, el Madrid siempre tuvo el partido en un puño. Casemiro fue la barrera natural que ya descubrió Zidane en su primer curso, el guardaespa­ldas de todos. Y Carvajal y Morata, otros dos canteranos, disimularo­n excepciona­lmente que era un Madrid afeitado, con cinco bajas en su columna vertebral, de las lumbares a las cervicales.

Morata resultó fantástico al espacio y en juego posicional y supo darse importanci­a. Se marchó canterano y regresa merecidame­nte como fichaje con derecho a palco. Dejó dos grandes asaltos, uno por cada banda, y una buena asistencia a Kroos, que definitiva­mente ha regresado sin síndrome posvacacio­nal, en la primera parte. En la segunda fue un percusioni­sta de lujo. Le faltó el gol y le sobró un piscinazo infame que Martínez Munuera supo ver. Rulli estuvo a todas, minimizand­o esa fe- ria del Madrid con actitud heroica.

Y es que la Real, que entró en el partido dando vueltas de campana, no pudo recomponer la figura. Sin fiereza, sin presión, sin juego por las bandas y sin tener noticias de Juanmi ni de Oyarzabal, se vio sometida a un Madrid irreprocha­ble con y sin la pelota. Con todo, tuvo el empate Illarramen­di, afectado por el vértigo de verse ante Casilla en un lance aislado. Le faltó valor para rematar y precisión para regalarle el gol a Juanmi.

En la segunda mitad quiso ser un equipo más sostenible y tuvo un arreón que se quedó en una reclamació­n de penalti de Markel Bergara. Pero para entonces ya había pasado la hora punta del choque, que giró de nuevo hacia el punto de partida: Rulli contra el mundo.

Acostado en su ventaja, que no ilustró bien el marcador por el acierto del meta argentino, Zidane hizo política dándole minutos a Isco y James a favor de obra. Y Eusebio metió a Carlos Vela, que pasó el año pasado en la reserva activa ganándose la enemiga del público. Para entonces ya no había por dónde agitar el duelo, que acabó como empezó, con gol de Bale, quien ya reclama su derecho al trono.

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LA CRONICA LUIS NIETO

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