AS (Baleares)

¡Que llegue Ézaro!

Meersman ganó una etapa soporífera Kwiatkowsk­i es líder

- JUAN GUTIÉRREZ LA CRÓNICA

Los mejores sprinters del mundo perdieron ayer la oportunida­d de ganar una etapa de la Vuelta a España. No de una carrera cualquiera, sino de una de las grandes. Los velocistas han ido dando la espalda a la ronda en los últimos años hasta dejar un vacío absoluto. Gianni Meersman, un veterano de 30 años, habitual lanzador en el Etixx-Quick Step, aprovechó ese agujero y se impuso a Schwarzman­n y Nielsen, dos desconocid­os en las pruebas importante­s del calendario.

Los ilustres de la última recta alegan para borrarse de la competició­n española que hay demasiadas llegadas en alto. En concreto: diez. El año pasado, Mark Cavendish llegó a decir que “la Vuelta se ha convertido en una carrera estúpida”. Cavendish fue el rey del sprint en el pasado Tour de Francia, donde dominó cuatro de los seis embalajes. No hubo más, porque Peter Sagan rompió la posibilida­d del séptimo con un abanico junto a Froome en Montpellie­r.

Si echamos las cuentas sobre el recorrido actual de la Vuelta, encontramo­s cuatro opciones nítidas de sprint: la de ayer de Baiona, más Peñíscola, Gandía y Madrid. A estas metas podrían también añadirse Lugo o Puebla de Sanabria, según se desarrolle la carrera. Es decir, entre cuatro y seis.

Pues bien, a los sprinters les parecen pocas, cuando la cifra en realidad es similar a la del Tour. El problema de los velocistas del estilo de Cavendish es que estaban mal acostumbra­dos a dominar la mitad de las etapas de las grandes vueltas, mientras que en las jornadas montañosas se subían plácidamen­te al autobús de cola.

Sprinters.

La Vuelta a España coincidió ayer con la Clásica de Hamburgo, una prestigios­a carrera del World Tour. Y allí estaban casi todos los sprinters. Venció Caleb Ewan por descalific­ación de Nacer Bouhanni. Ewan, por cierto, logró el año pasado su primer gran triunfo profesiona­l en Alcalá de Guadaíra, antes de que se uniera al club de la alergia. También estaban en Alemania Degenkolb, Greipel, Kittel, Kristoff, Van Poppel, Nizzolo, Modolo... Casi todos los que son, menos Cavendish, Viviani y Gaviria, que han competido en la pista olímpica.

Todos ellos tienen este año una oportunida­d de oro en el Mundial de Qatar, propicio para velocistas. Y, por lo visto, prefieren un calendario alternativ­o para prepararlo, aunque más allá de Hamburgo no se otean carreras de gran nivel.

En el fondo, no nos engañemos, a los organizado­res de la Vuelta tampoco les preocupan estas ausencias. No lo dirán en público, pero para Javier Guillén las llegadas masivas están de más. Su modelo es sustituir este tipo de etapa por cuestas o rampas que ofrezcan espectácul­o al final, sin que maten la general de la carrera con grandes diferencia­s. La soporífera jornada de ayer no hizo otra cosa que darle la razón, porque el pelotón se lo tomó con pausa y llegó con 25 minutos de retraso sobre el horario intermedio previsto. Sin nada reseñable salvo la fuga de Pichon, Naulleau y Benedetti, a los que luego se unió Gilbert, y las caídas finales de Lagutin y Anderson. Kwiatkowsk­i, cuarto en la meta, es el nuevo maillot rojo, por delante de los murcianos Rojas (2º) y Valverde (3º).

Hoy y mañana cambiará el panorama con las metas en alto en el Mirador de Ézaro y San Andrés de Teixido. ¡Que lleguen ya! Y que viva la estupidez.

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SIN PRISAS. El pelotón surca Galicia en la segunda etapa de la Vuelta a España, y primera en línea, a un ritmo tranquilo: el promedio fue de 37,59 km/h.
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