AS (Baleares)

La insistenci­a del cántaro

- desde la tele JUAN CRUZ

El cántaro del

Barça está medio vacío, pero aún no se ha roto. Para que no se rompa es vital la ayuda de Messi. Por este camino el Barça acabará siendo el equipo de un jugador solo. Un

desastre. Contrasent­ido. El Barça es un visitante mediocre. Durante esta temporada parece un contrasent­ido, pues Barça y ritmo eran sinónimos. Ahora el Barça es tan solo ocurrencia, se olvidó de la armonía, que es como si se hubiera olvidado de sí mismo. Jugar es algo más que competir para ganar. Y ahora ya aquel equipo que trenzaba desde el principio es una memoria pálida. El desastre empieza en Ter Stegen, que es otro contrasent­ido: un contrasent­ido de portero. Ansiedad. El equipo se ha dedicado a esperar a los últimos minutos para resetearse. Y ya a esas alturas el juego (que no existía tampoco) se convierte directamen­te en ansiedad. El único que conserva la calma, como si viviera en otro territorio, es Messi, que anoche cumplió con la tarea del gol pero que no pudo pegar los platos rotos. Este cántaro necesita un Clásico, por ejemplo, para coger moral o ganas. Crisis. Es una crisis multilater­al; no se salva ni dios; bueno, se salva dios, si éste es Messi. Pero ya juega el Barça como si estuviera cojeando de cuerpo y de alma. Una expresión de esta depresión infinita es la actitud del antiguamen­te activísimo entrenador; Luis Enrique es ahora un actor cabizbajo, encerrado con Unzúe en reflexione­s que luego no tienen consecuenc­ias. A la inoperanci­a de las líneas de juego se ha añadido la inoperanci­a del banquillo. ¡Que vuelva Iniesta! El trío. El trío se ha roto, como se dice en el poema de Neruda Oda a las cosas rotas, “las cosas que nadie rompe pero se rompieron”. La alegría del fútbol proviene de los goles, o de la defensa de los goles ajenos. El Barça jugó en un ay, en la frontera de un castigo que contenía una paradoja: o ganaba por varios goles o perdía por mucho. Como ya nos hemos acostumbra­do a sufrir como cualquiera, el equipo mediocre de anoche nos abrió la puerta a lo peor que tiene la afición a este deporte: la costumbre de resignarse.

Piqué. Soy injusto. Se salva, con Messi, Piqué. Como siempre. Este futbolista, además, ve las cosas claras y el chocolate espeso. Ya no actúa sólo de defensa del Barça, sino de defensa del equipo autocrític­o del Barça. Fue tan malo el partido, que ya no pudo negarse a ejercer ese derecho a decir que su equipo no es el que era. Sólo el Clásico puede remediarlo o sacarlo de la nada hecha pedazos en que se ha metido.

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