AS (Baleares)

El ‘diez’ dejó ver su ambición

- SARAH CASTRO

James habló claro. Rompió las reglas de etiqueta de la fiesta porque su situación dejó de ser anecdótica para tornarse preocupant­e. Primero Benítez, luego Zidane (sustentado­s en sus malas decisiones) lo relegaron a ser un jugador de tercera línea del club más grande del mundo, que puede ser mucho, pero también nada. El fútbol es de pruebas constantes y la vida en tiempos de Ancelotti, ahora un espejismo. El volante tenía que convencer a su jefe de que es lo suficiente­mente bueno para ser parte de sus elegidos y falló con la peor nota. Brillar en el Madrid no es cualquier cosa, pero James tampoco es Freddy Rincón ni mucho menos Edwin Congo.

Más allá de la titularida­d del colombiano, Zidane no ha dejado claro cuál es su estilo. Las soluciones del equipo en el campo pasan más por la voluntad y categoría de sus jugadores que de una apuesta táctica o estratégic­a. Y por supuesto, a James no lo echan de menos. La suerte del técnico francés y su Madrid lo condenaron al olvido. La capacidad del míster está respaldada en los títulos y sus 37 partidos seguidos sin perder, mientras que los juicios al jugador sólo podían rebatirse en una zona mixta, como pasó. El 10 finalmente dejó ver que tiene ambiciones y eso se aplaude. Por más cómodo que sea un banquillo, nunca deja de ser un banquillo...

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