AS (Baleares)

“Era algo sensaciona­l ver mandar a Di Stéfano”

Josep Antoni Noya Bou jugó en el Granada tres temporadas, entre 1968 y 1971. Admira a Di Stéfano. Noya

- ENRIQUE ÁRBOL

¿Qué piensa un jugador de un equipo pequeño cuando se enfrenta al Real Madrid?

—Sabes que casi seguro vas a perder, es un día duro. Cuando eres joven tienes mucha ilusión y mucha fuerza para correr, y la profesiona­lidad es lo primero. Pero no crea que son partidos de mucha fiesta. Cuando te enfrentas al Real Madrid sabes que vas a perder y no es fácil afrontar los partidos con esa sensación.

—Pero también debe ser una gran motivación jugar estos partidos.

—Desde luego. La obligación de los equipos y de los jugadores es estar en el campo lo mejor posible y de dar trabajo al rival, sea el que sea. Es una oportunida­d.

—Y un escaparate mundial para el Granada.

—Es muy difícil brillar ahí. El Real Madrid de Zidane tiene la pelota el 70% del partido, y lo que haces es correr y perseguir futbolista­s. Cuando la tienes tú estás muerto, sin oxígeno. Está claro que si un jugador destaca ante el Real Madrid, tiene trabajo seguro porque le está viendo medio mundo y eso motiva. Eso es dinero.

—¿Cómo era el Real Madrid de su época?

—Siempre ha tenido lo mejor de todo y las posibilida­des de ganar todos los títulos. En aquellos años estaba sensaciona­l y, aunque te podía parecer que se metía en un bache, luego ganaba tres partidos seguidos y salía. Era un equipo fenomenal con jugadores como Gento, Zoco, Grosso, Velázquez, a cuál mejor. Y como club, era un club señor. Hablo de finales de los 60… Mi mejor año en el Granada fue la 68-69, en la que jugué 29 partidos (entonces las ligas tenían 30 jornadas) y marqué cinco goles. Nosotros acabamos octavos y aquel año el Madrid ganó de calle, hizo una campaña muy seria y Amancio fue imparable.

—¿Qué jugador le impresionó más en el campo?

—Alfredo Di Stéfano. Tenía una personalid­ad fuera de lo normal. Ascendimos con el Sabadell a Primera y él jugaba su segundo año en el Espanyol (65-66), y era sensaciona­l ver cómo mandaba en el campo ¡y tenía casi 40 años! Lo que más imponía de él era que antes de mandar, siempre daba ejemplo. Corría más que nadie, defendía más que nadie y marcaba más goles. No decía nada, hablaba en el campo y todos le seguían. Era el mejor.

—¿Qué tenía aquel Granada que era tan fuerte en casa? Era un equipo muy respetado en aquellos años.

—Siempre queríamos más, nunca dábamos un partido por perdido. Éramos muy fuertes mentalment­e y físicament­e, y eso se transmitía a los rivales. Competíamo­s casi siempre a un nivel muy alto, al límite.

—He leído que Rial, cuando entrenaba al Pontevedra, dijo de usted que era uno de los mejores delanteros de España…

—(Risas) Bueno, tuve varios años buenos, sobre todo en el Sabadell y la primera temporada en el Granada. Los años del Atlético de Madrid no salieron bien porque estuve lesionado mucho tiempo.

—¿Qué virtudes tenía como jugador?

—Era muy fuerte, rápido y chutaba con las dos piernas. Y marcaba goles. El gol lo es todo para un delantero, y quien diga lo contrario está mintiendo.

—¿Tiene el Granada posibilida­des de ganar este partido hoy en un campo tan complicado como es el Bernabéu?

—Desde luego. El fútbol casi siempre concede oportunida­des a los equipos pequeños. Pero, siendo sincero, si el Real Madrid tiene el día te arrolla en sólo diez minutos. Igual que hace cincuenta años...

“El Granada de entonces competía siempre a un nivel muy alto, casi al límite”

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