AS (Baleares)

Hasta el último aliento

El Sevilla acostumbra a llevar los partidos a un grado de desgaste físico que suele destrozar a sus rivales

- SANTIAGO SEGUROLA

Sampaoli

Quiere que cada jugada sea trascenden­te y una gran implicació­n

Sevilla

Es el equipo que mejor responde cuando más pesa el ácido láctico

El Sevilla ganó el gran partido del Pizjuán por su capacidad para combatir hasta el último aliento. El choque se ventiló en tres errores, uno del portero local y dos de Keylor, que firmó su peor actuación como meta del Madrid.

El Real Madrid perdió en Sevilla uno de esos partidos que ha ganado decenas de veces, entre los elogios que se dedican a un equipo que detesta doblar la rodilla. Esta vez el mérito le correspond­ió al Sevilla, que ya había anunciado en la Liga una de sus caracterís­ticas principale­s: su capacidad para combatir hasta el último aliento. Con su victoria sobre el Real Madrid, el equipo de Sampaoli ha logrado seis puntos en los minutos extra de esta Liga, una cifra que tiene un valor estadístic­o indiscutib­le y que explica una caracterís­tica esencial del Sevilla: la capacidad para jugar fuerte, rápido y bien cuando los partidos agonizan.

El partido tuvo una altura infrecuent­e. No le sobró nada. Hubo vigor, despliegue, grandes detalles y la sensación constante de incertidum­bre. Nadie se borró. Y, sin embargo, ese partidazo se ventiló en tres errores, uno del portero del Sevilla y dos de Keylor, que probableme­nte firmó su peor actuación en el Real Madrid. La tensión del encuentro invitaba a penalizar los errores, porque los dos equipos se vaciaron en el esfuerzo y en la atención a los pequeños detalles. Cualquiera que se equivocara, lo pagaría caro. Así fue.

Perdió el Madrid, pero su autoridad se mantiene. Su derrota no impide pensar que sus rivales tendrán que sudar sangre para vencerle. Fue un equipo sólido y competente. Se impuso en grandes periodos del encuentro y, varias ocasiones, pareció invulnerab­le. No se le puede discutir el compromiso colectivo ni la voluntad de victoria en la noche donde se encontró con el rival más exigente posible. Aunque el Sevilla no le dio un instante de tregua, el Madrid casi siempre encontró respuestas.

Tres jugadores se elevaron sobre los demás. Carvajal, el mejor lateral derecho que ha tenido el Madrid desde los tiempos de Chendo –un fabuloso marcador, injustamen­te infravalor­ado-, gobernó el costado derecho después de un impresiona­nte combate con

Escudero, cuya progresión es una de las grandes noticias de la Liga. Modric fue el reloj de siempre, ayudado por el impagable Casemiro, que añadió a su famoso prestigio defensivo todos los detalles técnicos que desacredit­an a quienes le suponen torpón y unidimensi­onal.

Se escucharon voces que criticaron el sistema de Zidane en Nervión. Es difícil sospechar de una táctica que funcionó francament­e bien durante 86 minutos. El mérito correspond­ió al Sevilla, que no desmayó. Exigió al Madrid más de lo que ningún equipo lo ha hecho en el último año. Le llevó por las paredes desde el primer minuto, virtudes habituales del Sevilla y del Celta, rival del Madrid en los cuartos de final de la Copa del Rey.

El Sevilla acostumbra a llevar los partidos a un grado de desgaste físico que suele destrozar a sus rivales. Como buen alumno de Bielsa, Sampaoli quiere que cada jugada tenga trascenden­cia, que no exista lugar para la retórica, que la implicació­n sea absoluta por parte de todos los jugadores. Es una exigencia que sitúa al fútbol en el terreno de la ética. El que abandona queda marcado. Con este presupuest­o no hay tiempo para el descanso.

El Sevilla es probableme­nte el equipo que mejor responde cuando más pesa el ácido láctico en las piernas y menos oxígeno llega a la cabeza. Se las arregla para jugar como si fuera el primer minuto. El Madrid no lo consiguió. Cometió errores de fatiga, de saturación, de la desatenció­n que procuran los partidos que te dejan sin aliento.

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LOCURA. Ben Yedder y Rami celebran el autogol de Sergio Ramos.
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