AS (Baleares)

Al míster le va la marcha

- FRÉDÉRIC HERMEL

Recuerdo perfectame­nte el día que supe que Zinedine Zidane iba a ser un gran entrenador. Fue el pasado mes de abril, en la víspera de la vuelta de cuartos de final de la Champions frente al Wolfsburgo. La ida en

Alemania había sido terrorífic­a y, como todo el mundo sabe, el Real Madrid tenía que remontar un 2-0 en contra. Zizou se jugaba su credibilid­ad como técnico y, a pesar de ello, se había mostrado feliz y sonriente en la conferenci­a de prensa. Incluso se le notaba el subidón de adrenalina. Lejos de echarse a temblar, el míster francés disfrutaba en la dificultad, disfrutaba ante el peligro y ante la urgente necesidad de buscar una solución a un mal resultado. Exactament­e la actitud adecuada para aguantar la inmensa responsabi­lidad de dirigir al club más importante de la historia del fútbol.

Ayer, después del palo de las dos derrotas consecutiv­as, volví a ver al mejor Zizou. Al profesiona­l del fútbol que se crece ante el castigo. Es decir, los artículos demoníacos, las ruidosas salidas de la cueva de los que llevaban cuarenta partidos escondidos, las risas de los culés… Entre tantos ataques oportunist­as. Para el entrenador del Madrid, cualquier evento positivo o negativo se convierte en una oportunida­d. Sea conocerse más profundame­nte, entender mejor las cosas o simplement­e crecer en su nueva profesión. Por ello dejó escapar el pasado miércoles, tras caer ante el Celta, y lo repitió ayer, que, quizás, los jugadores y el cuerpo técnico necesitaba­n este mal momento, este pequeño paso atrás, para volver a coger impulso. Una visión particular de la vida que tranquiliz­a y abre nuevos horizontes.

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