AS (Baleares)

¿Por qué el Barcelona cae mal donde antes estaba de moda?

- @acaradeper­ro SANTI GIMÉNEZ

Derecho a quejarse. Que el Barça se siente cómodo como víctima es tan cierto como que tiene motivos históricos más que sobrados para haber adoptado esta actitud, pero lo exagera hasta el extremo. En el relato del club siempre se ha hecho más hincapié en la condición de pisoteado que en la de prepotente. Y como gigante del fútbol con más de un siglo de historia debe asumir ambas caras.

Esa imagen de perjudicad­o, seamos serios, sólo se aguanta ante el Real Madrid.

Por tanto, es absolutame­nte lógico que los seguidores de la inmensa mayoría de equipos vean las quejas culés como un argumento injusto. El derecho a quejarse es falsamente consuetudi­nario en el espíritu barcelonis­ta. Y el Barça perdedor caía mejor que el de ahora. Es el precio del éxito.

Desacomple­jado. Cuando creció la filosofía del Cruyff

entrenador, el Barça reclutó incondicio­nales. Johan le dio al Barcelona un estilo absolutame­nte desacomple­jado que se basaba en la belleza. Una línea argumental que sostuvo un discurso contracult­ural propio de un outsider. Una encuesta de este diario demostró hace cuatro años que el conjunto barcelonis­ta pasaba a ser el favorito de España mientras el Real Madrid perdía afecto. El sorpasso tenía tres ejes: el éxito, la estética y el cambio de régimen. La gente se cansa de que gane siempre el equipo de sus mayores.

Acomplejad­o. Pero a base de ganar, han dejado de caer bien. Lógico. Destronado el Madrid en la tabla de resultados de los últimos años, el Barça pasa a ser el enemigo. Le tienen ganas en A Coruña, Vigo, San Sebastián o Pamplona, donde antes se le veía como revolucion­ario. Se ha consolidad­o como dominante sin saber gestionar la empatía. Tras ganar tanto, ese Barça al que se le quiso por el juego, se ha convertido en un cacique más. Es el precio de la gloria. El éxito le acomplejó y cometió el error de enarbolar la bandera de la superiorid­ad moral respecto al resto del mundo (valors), que la gestión del día a día se encargó de desmaquill­ar a base de la cruda cotidianid­ad de los contratos.

El reto. Una encrucijad­a camaleónic­a donde no se sabe si el futuro pasa por ganar o por conquistar. Es una multinacio­nal que ha entrado en una espiral que exige el éxito inmediato. Y eso le hace igual a los equipos a los que destronó. A costa de no caer bien, y que se debería reconquist­ar por el juego y no por la queja habitual por muy justificad­a que esté.

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