AS (Baleares)

El PSG pisotea al Barcelona

Humillació­n y goleada sin paliativos ● El Barça pierde más que un partido, pierde la brújula ● Di María, Draxler y Cavani descosen a un títere

- SANTI GIMÉNEZ

El Barça perdió algo más que un partido en París. El naufragio y la humillació­n del equipo de Luis Enrique en el Parque de Los Príncipes, donde cayó por 4-0 ante el PSG en una de las actuacione­s más lamentable­s que se le recuerdan no únicamente deja el futuro del equipo blaugrana en la máxima competició­n en manos de un milagro en el Camp Nou, sino que desnuda la triste realidad de un equipo que es un absoluto dislate táctico, físico y moral. El Barça de Luis Enrique se explicaba y se aguantaba en base a los resultados. Sin planificac­ión, sin un plan de cantera, huérfano de liderazgo, con el estilo pisoteado, sin norte alguno, a lo único que se aferraba el técnico asturiano era a su hoja de servicios para vender un pollino que fue guillotina­do en París, donde el emperador quedó desnudo. De hecho, hacía tiempo que el equipo iba en taparrabos, pero pocos lo detectaban. En el Parque de los Príncipes se quedó expuesto al mundo.

La humillació­n del Barcelona en París ante el PSG fue de esas que marcan una época y que señalan el ocaso de un proyecto que tuvo los pies de barro, incluso cuando ganaba. Y ojo, que puede volver a ganar, porque los milagros existen, pero si se remonta este desastre será eso, un milagro sin ninguna base.

Está claro que se puede perder ante un rival como el PSG, pero hacerlo sin un libro de estilo, sin una bandera que defender, sin una idea a la que aferrarse, sin una filosofía en la que creer cuando hasta hace muy poco había una fórmula maestra es lo más preocupant­e. Que el Barça iba sin frenos y en bajada esta temporada era algo que se veía venir, pero que el discurso oficialist­a se esforzaba en tapar a base de denunciar conspiraci­ones y de partidos lamentable­s que se calificaba­n como de notable alto por parte de un técnico que ayer, diga lo que diga y pase lo que pase de aquí a mayo, puso el punto final a su etapa en el Barça.

No será ningún drama la marcha de Luis Enrique. Lo que sería una verdadera tragedia es que actuacione­s como la del Parque de los Príncipes desanimen a Messi, Iniesta, Piqué u otros jugadores sobre los que debería construirs­e un nuevo proyecto. La vaca se ha ordeñado por encima de sus posibilida­des y en París ya no dio más leche. El resultado fue un mazazo, pero lo peor fue la puesta en escena. La impotencia, la desgana, la falta de soluciones y la tristísima/nula aportación de jugadores que deberían ser la base de un futuro fue lo más desmoraliz­ante para un equipo que ya no se reconoce.

Sería muy injusto centrar toda el relato en el desastre culé y no hacer hincapié en la exhibición de un PSG brutal en el que Di María, Cavani y Draxler fueron una pesadilla delante, Verratti y Rabiot dos puntales que se comieron al centro del campo blaugrana donde Iniesta y Busquets fueron unos espectros. Y en defensa, a pesar de la baja de Thiago Silva, los franceses se sobraron para anular a un Suárez desconocid­o, un Messi apático y que controlaro­n a Neymar, el único miembro del tridente que demostró cierta actitud.

El brasileño, con todo lo que se le achaca de extravagan­te, fue junto a Ter Stegen el que tuvo más vergüenza sobre el campo. El brasileño siguió intentando la jugada que llevara al Barça a las puertas de un milagro y el portero alemán evitó que la humillació­n fuera aún mayor. El Barça no es que esté fuera de Europa, es que está fuera del Barça. A día de hoy, la única manera de salvar el club pasa por salvar el estilo. Ese sería el milagro.

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