AS (Baleares)

Como en casa

El Real Madrid volvió a demostrar en la ida de octavos ante el Nápoles su autoridad en la Copa de Europa

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Confianza Con el gol del Nápoles no transmitió sensación de shock

El Madrid

Es su competició­n fetiche y por eso jugó con energía y confianza

Los centrocamp­istas fueron fundamenta­les en la victoria. Con Benítez, rara vez se aventuraba­n al ataque. Con Zidane, en cambio, hay una invitación a ello.

Los goles de Kroos y Casemiro, extraordin­arios, confirman esta tendencia.

Salvo a Aurelio De Laurentiis, uno de esos presidente­s tremendist­as que agotan a cualquiera, todo el mundo coincidió en la buena factura del Nápoles en Charmartín y en la excelente respuesta del Real Madrid. Se le complicó el partido con el gol de Insigne, delicado y preciso en un remate que encontró a Keylor Navas casi dos metros a la derecha del punto de penalti. Demasiado espacio a su izquierda. El portero olvidó esta vez una máxima del fútbol: las paradas comienzan cuando tu equipo tiene la pelota lejos del área. El Madrid se recuperó inmediatam­ente, aunque mezcló varias virtudes con algunos defectos.

Como es habitual en la Copa de Europa, su torneo fetiche, el Real Madrid jugó con energía y confianza. No transmitió sensación de shock por el gol del Nápoles, el clásico tanto que los equipos italianos cuidan como un tesoro. El Nápoles no funciona así. Tiene ambición, desparpajo y creativida­d. No está en el fútbol para matar a la gente de aburrimien­to. Es un equipo atractivo que señala el cambio que empieza a producirse en el calcio, tan doliente en los últimos 10 años. Al Nápoles le falta experienci­a frente a los grandes de Europa y más calidad en algunos defensas. Por el partido, sin embargo, pasó un chaval que apunta maneras: Diawara, medio centro con clase y poderío.

Un problema del Madrid fue la dificultad para detectar a Mertens, que ofició de falso delantero, y a Insigne, muy astuto para ocupar los espacios entre los centrales y Casemiro. Durante años, el fútbol español sacó una gran ventana en el aprovecham­iento de esta fórmula, no sin agitados debates. El Nápoles siempre dejó detalles -rapidez, buenos despliegue­s y funcionami­ento colectivo- y explicó las razones de su progresión en el fútbol italiano, pero después del gol bajó el pistón. No volvió a aparecer por el área de Keylor hasta el segundo tiempo. Reacción. En la Copa de Europa no sólo hay que ser bueno, sino parecerlo. Con la ventaja, el Nápoles no se animó a compromete­r al Madrid. En desventaja, el Real Madrid reaccionó como si no hubiera ocurrido nada. No movió una ceja. Toda una vida en la Copa de Europa enseña esta clase de comportami­ento en los momentos de dificultad. Encerró al Nápoles y lo superó de punta a punta hasta el descanso. Sin imponentes actuacione­s individual­es, el Madrid funcionó más que bien en el plano colectivo, tanto para atacar como para defender.

Todo el mundo se reivindicó, hasta los más discutidos en las últimas fechas. Cristiano jugó con inteligenc­ia y agilidad por el costado derecho,

Benzema fue probableme­nte el mejor del partido, Carvajal y Marcelo se impusieron por las dos bandas y los centrocamp­istas llevaron al equipo hasta el área de Pepe Reina. De hecho, la aportación de los centrocamp­istas resultó fundamenta­l en la victoria.

Durante el pequeño periodo de

Benítez al frente del Real Madrid, los centrocamp­istas eran tan centrocamp­istas que rara vez se aventuraba­n en el área. El gol dependía de Cristiano, Bale y Benzema. Con Zi

dane, hay una invitación casi general para llegar a posiciones de remate. Los goles de Kroos y Casemiro, extraordin­arios, por cierto, confirmaro­n esta tendencia en un equipo que, por lo demás, se mueve por la Copa de Europa como si fuera su casa.

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