Dzeko decreta vacaciones en Roma
Un hat-trick del bosnio y un golazo de Emerson dejan al Villarreal fuera y sin fe en milagros
Si hay vuelta será sólo por compromiso. Emerson y Dzeko hirieron de gravedad al Villarreal con cuatro golazos, dando una sensación aplastante de solidez que desaconseja pensar en épicas remontadas. No es que el Villarreal se equivocara de planteamiento. Es que añoró todas sus virtudes para poder ejecutarlo. Le faltó alegría y madurez ante un rival al que le sobra seriedad.
El Villarreal arrastró tres problemas y no encontró soluciones. El primero, la obsesión de jugar con los bandas a pierna cambiada. El plan le da más posesión y alternativas cuando el balón es suyo, pero sin él no hace más que condenar las contras. El segundo es que Bakambu y Sansone no maridan. Y la tercera piedra en el camino fue un ajuste de cuentas a destiempo. Soriano, expulsado en Liga, fue castigado al rincón de pensar. Y el equipo (y creo que Roig) echó en falta su calidad. Mal día para prescindir del fichaje más caro de la historia.
Con este panorama, al Roma sólo le hizo falta contener y esperar el error ajeno. Así llegó el 0-1. Castillejo perdió un balón víctima de su obsesión por regatearse a sí mismo y puso a Emerson una alfombra roja con la mala suerte de que el lateral, zurdo elevado a la enésima potencia, puso el balón en la escuadra con la diestra. Hat-trick. El Villarreal se fue al descanso acomplejado. Sin embargo, regresó revitalizado. El mayor ritmo propició más idas y venidas. Así que Spalletti metió a Salah en el 62’ con tanta contra. Con este movimiento cambió el partido. Un balón en profundidad hacia el revulsivo sirvió para que éste centrara en busca de Dzeko. El bosnio puso el sello. Con su frialdad de siempre. Burló a Musacchio y marcó con un zurdazo certero. No es casualidad que Monchi, el del ojo prodigioso, siempre sueñe con él. El resto fue un ejercicio de impotencia del Submarino en el que Dzeko aprovechó para sonrojarle con dos acciones de lujo (79’ y 86’) y para tachar otra de las pocas vidas que Escribá tenía ya.