AS (Baleares)

Salitre para LaLiga

- desde la tele JUAN CRUZ

► El Atlántico. Cuidado con el fútbol atlántico. La UD Las Palmas, el Tenerife, el Celta, el

Depor… El Depor le ha dado a

La Liga, cuando se llamaba así, y ahora a LaLiga, espasmos y alegrías, como el propio mar embravecid­o que domina la preciosa playa de Riazor. De ahí son escritores notables; el que más ha usado el salitre como asunto de sus libros, Manuel Rivas, ha contado hazañas históricas de su equipo como si hablara de un tritón mitológico. La época de Bebeto: cuánto soneto desató ese jugador mítico. Ayer, a las órdenes de otro escritor,

Pepe Mel, que es novelista, esa figura atlántica que constituye el mejor Depor puso al Barça en su sitio. El Depor no habla francés…, ni catalán: habla atlántico, y con esa metáfora dejó a Ter Stegen tiritando. Pudo haber hecho más en primer tanto del Depor, el que abría el partido, pero ya estaba bien para dejar LaLiga en un ay.

► Burt Lancaster. En Atlantic City, la hermosa película de

Louis Malle, Burt Lancaster, que hace de viejo descreído ya en la cúspide avergonzad­a de la vejez, le dice a un joven señalando al mar: “Tendrías que haber visto el Atlántico hace cuarenta años”. El Barça fue ayer ese Lancaster envejecido; todos envejecido­s, todos rotos, acaso por el sacrificio del miércoles, por la bárbara herida que provoca ganar así, con tanto susto y con tanto último minuto en cada uno de los minutos. Lo cierto es que compareció, se dejó ir, y ese viejo Lancaster que fue el Barça desde Messi a Piqué pasando por los más jóvenes, derrotados también desde el principio, se quedó a la luna de Valencia. Al final pareció decirle Lancaster al joven Depor: “Tendrías que habernos visto hace cuarenta años”. En fútbol, cuarenta años son cuatro días. Hace cuatro días el Barça fue heroico. Ayer fue una pelota de trapo.

► Media volada. Fue un gran partido del Depor. Como dicen los expertos, practicó la contención y superó el peligro barcelonis­ta creando su propio peligro. Supo más de fútbol que el Barcelona, para ahuyentar los malos presagios, primero, acosando a Ter Stegen con orden y con prestigio futbolísti­co; y, después, conteniend­o a los jugadores barcelonis­tas en el límite mismo de su incompeten­cia: la media volante. Crecen y decrecen esos jugadores (Rakitic, Busquets, Arda…) en función del estado de ánimo del momento; pues si el miércoles tenían el enchufe de una final, en esta comparecen­cia atlántica se sintieron como si ya hubieran hecho el examen. Y se dejaron ir. La media del Barça es el Barça entero. Esta vez fue una media volada; Iniesta se incorporó para arreglar el hueco. Pero el hueco ya estaba demasiado hondo. Cada década de este partido, que se hizo pesado como una guerra en el barro, fue peor para el Barcelona por esa inoperanci­a estética que lastró por completo la actividad de la delantera.

► Desaparici­ón de Messi. Se esperó en algún momento (lo comentó don Luis Suárez en Carrusel Deportivo de la SER) que el pequeño gigante del fútbol fuera en auxilio de ese hospicio. Pero Messi estaba más en la imagen de la famosa foto en la que celebra la remontada ante el PSG que en la realidad disputada de Riazor. Nadie le hizo caso, únicamente los defensas, y tampoco les dio demasiado trabajo. Esta desesperac­ión que se ve en su cara cuando nada sale se alivió un poco en ese arreón de Luis Suárez, el uruguayo, cuando el Barcelona pareció el de hace cuarenta años, es decir, el de hace cuatro días. Por ahí estuvo la posibilida­d de recuperar aliento. Pero desapareci­do Messi y desapareci­do el Barça son sinónimos de la misma ecuación.

El Barça jugó dos minutos, en un arreón que se parecía a esos

dos minutos primeros ante el PSG. No sirvió de nada. Se apagó

en seguida, cegado por el salitre de Riazor. Fatal. Salitre para LaLiga.

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