El Madrid remonta once puntos con el mejor Llull
La calidad de la plantilla blanca cortó las alas al Darussafaka Dogus
El talento individual del equipo de Blatt, con Wanamaker como mariscal de campo, hizo mucho daño al Madrid en la primera parte. Los blancos reaccionaron con la mejor versión de Llull y un gran Ayón. También con Draper. Y antes Hunter y luego Randolph.
En una Euroliga de semejante nivel, el playoff trae sufrimiento. Es una obligación. Y lo trae aunque sea el primero contra el octavo. Ganó el Madrid, sí, pero tuvo que sudar la gota gorda, recuperar al mejor Llull, solventar los errores iniciales y trabajar como un bloque para imponer su plantilla. Para marcar a fuego esa calidad como grupo que le ha hecho líder del primer todos contra todos continental.
Remontó 11 puntos (25-36) a un equipo de Blatt con la cadencia del que se sabe mejor y se puso 14 arriba en el minuto 35 tras un parcial de 49-24. Impuso su superioridad porque la cultivó, porque supo corregir lagunas y potenciar virtudes, aunque no se ahorró el padecimiento del último minuto. Wanamaker devolvió a su equipo a empellones a la lucha. Una canasta y un 2+1 colocaron a los turcos a tiro de tres (78-75).
Quedaba un minuto exacto y entonces… Llull solucionó la papeleta. Un tiro libre, un rebote de ataque de Rudy y el jaque mate del menorquín con una diana de media distancia. Cinco tantos en 40 segundos para quebrar una zona 1-3-1. Suena ya la campana del segundo asalto. Ojos bien abiertos.
Un equipo nuevo pero con talento individual y un gran entrenador solo puede ir a más. El Darussafaka sirve de ejemplo. El rival con menos nombre del playoff, el único al que la élite le era desconocida y “el más peculiar”. Un equipo con pegada, con Wanamaker de mariscal de campo y Wilbekin y Clyburn como anotadores explosivos. Un adversario frente al que hay que dar la talla en la defensa del uno contra uno. El Madrid no la dio y padeció en la primera parte. Hasta casi el paso por los vestuarios no se miró al espejo y se reconoció. Hasta finales del segundo cuarto su pertinaz labor de desgaste no empezó a cuajar. Una rotación y un juego interior que laminó al enemigo. Más grupo frente al genio de los americanos del Darussafaka. La labor de Draper resultó vital.
El Real supo cerrar el rebote y apelar atrás a la responsabilidad individual. Primero se rehízo (bien ahí Hunter) a un quinteto enemigo con cinco bajitos que le forzó errores, luego Llull clavó dos triplazos y más tarde, ya en la reanudación, Ayón pasó por encima de Zizic. El Increíble encontró al mexicano, gobernó. El testigo lo cogió Randolph. Una batalla ganada con la zancada de los relevistas. Mañana, más.