AS (Baleares)

Julio Jiménez “Si hubiese escuchado a Anquetil tendría un Giro”

- JUANMA LEIVA

A Julio Jiménez, el Relojero de Ávila, le gusta seguir el Giro mientras le abordan los recuerdos. Sobre todo de aquella edición de 1966 que tuvo en su mano, donde incluso una leyenda como Anquetil estuvo a su servicio. A sus 82 años, habló con AS de aquel ciclismo y también del actual.

➥ Hoy arranca el Giro del Centenario, una edición perfecta para echar la vista atrás. ¿Qué le viene a la cabeza cuando piensa en esta carrera?

—Sobre todo me acuerdo de aquella edición de 1966. La disputé como líder del equipo Ford. ¿Y sabe quién era mi gregario? ¡Jacques Anquetil! En el equipo apostaron por mí para ganarlo. Recuerdo el día que pinché y el propio Anquetil me esperó para reincorpor­arnos al grupo. ¡No me lo podía creer! Qué cerca estuve de ganar ese Giro...

—¿Qué pasó?

—Pues que no le hice caso y por eso no gané. Cogí el liderato en la segunda etapa y yo estaba empeñado en defenderla. Anquetil me decía: “Suelta el rosa, ya lo recuperará­s en la montaña”. No le hice caso y me desgasté durante once jornadas defendiénd­ola hasta que al final la perdí justamente en mi terreno, la montaña. Llegué agotado de defenderme en un terreno que no era el mío.

—Se lo ganó Gianni Motta...

—Sí, es que en aquella época, además de las estrellas extranjera­s, había diez italianos muy fuertes con opciones. Iban a muerte. Recuerdo las emboscadas en carreteras de tierra, donde los aficionado­s empujaban a los ciclistas italianos mientras yo no podía ponerme de pie porque patinaba la rueda. Me agarraba a sus maillots y ellos se enfadaban. Pensamos en quejarnos a la organizaci­ón, pero no hubiera servido de nada. También recuerdo que muchas veces no podía atacar porque no llegaba a la cabeza del grupo. Los italianos me empujaban o me cerraban. Y a todo eso súmele un ritmo infernal en los últimos 50 kilómetros, porque conectaba la televisión y todos se volvían locos. Se volaba. Era muy duro. Lo recuerdo más duro que el Tour. También me pasó que cuando llegué de rosa a Nápoles quise salir a dar una vuelta y no me dejaban. ¡Luego me enteré de que la mafia quería secuestrar al líder!

—Al menos ganó dos etapas.

—Sí, en aquella edición gané dos y vestí de rosa durante 11 días. Y eso que por entonces en el Giro no había finales en alto, que era lo que a mí se me hubiese dado bien. Siempre sacaba ventaja en las subidas, pero luego había terreno suficiente para recortarme tiempo. De todas formas, ese Giro de Italia lo debí haber ganado. Al final acabé cuarto y hasta Anquetil me adelantó y fue tercero.

—¿Qué repercusió­n tuvo aquello en España?

—¡Me contaron que la gente lloraba! Las crónicas de la época eran muy emocionant­es, muy épicas.

—No fueron sus únicos triunfos en la carrera italiana.

—No. Y pudieron ser más pero mis dos años en el Faema belga fueron dos temporadas perdidas. No me llevaban a carreras importante­s... El caso es que en 1968 volví al Giro y gané otras dos, nada menos que ante Merckx. Al año siguiente también corrí, pero yo ya era mayor. Por cierto, ese último año (1969) fue el que descalific­aron a Merckx por su positivo.

—¡Menuda noticia debió ser!

—¡No sabe usted cómo lloraba! Decía que le habían echado algo en el agua, que no había tomado nada. Y quizá algo de razón tenía, porque entonces estaba prohibido que nos dieran bidones y los gregarios arrasaban en los bares. Uno bebía lo que le daban. Tras la muerte de Tom Simpson en el Tour se empezó a conciencia­r el ciclismo de que esa norma era inhumana. —Ha comentado en alguna ocasión que le perdieron las maglias rosas que conservaba. —Sí. Presté los maillots, del Giro, del Tour, de mis premios de montaña... para el rodaje de la película París-Tombuctú que dirigía Luis García Berlanga. También fotografía­s, material, y hasta les presté una bicicleta. Y me devolviero­n sólo la bici, pero del resto, ni rastro. Muchos años después me llamó un señor francés diciendo que tenía un maillot mío. Yo le dije que era imposible, que cómo lo había conseguido. Y era cierto. ¡Lo había comprado por internet!

—¿Sigue viendo ciclismo? —Uy, sí, claro que lo veo. Este Giro parece interesant­e. —¿Y se ve reflejado en algún corredor actual?

—¿Actuales? No sé. Si le soy sincero, sólo me ha pasado una vez ver a un corredor que se pareciera tanto a mí que hasta me quedé impactado. Era Marco Pantani. Tenía la misma habilidad para decir: “Aquí voy a atacar y no me va a seguir nadie”. Pero sólo por estilo. Comparar el ciclismo de entonces y el de ahora es difícil. No tienen nada que ver. Ni en cuanto a bicicletas, ni etapas, ni materiales, ni alimentaci­ón... Me hace gracia cuando en las retransmis­iones hablan de barritas, nosotros llevábamos plátanos que se indigestab­an. —¿Qué le parece Nairo Quintana? También marca diferencia­s en la montaña. —Va muy fuerte. Entonces los colombiano­s no habían llegado a Europa. Yo corrí con ellos en amateur, en la Vuelta a Colombia. Pero sólo teníamos opciones en el llano, porque la montaña eran puertos de 4.000 metros y ellos estaban aclimatado­s. Yo no estaba cuando apareciero­n los Herrera, Parra... Pero me daba la impresión de que se habían europeizad­o. Y Nairo mucho más. Pero sí va muy fuerte y es favorito para este Giro. —¿Y usted? ¿A sus 82 años sigue montando en bici?

—Sí, aunque hace dos años tuve una caída y me frenó un poco. Pero salía regularmen­te.

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