AS (Baleares)

Manual para destruir una herencia a base de revanchism­o personal

- SANTI GIMÉNEZ @acaradeper­ro

Sí, es el Barça. Con el ingreso en prisión de Sandro Rosell, el Barça se ve manchado. No hay que darle más vueltas. De acuerdo que los delitos de los que se le acusa no tienen una relación directa con su gestión en el club blaugrana, pero sería de ilusos no ver el enorme daño que este lamentable hecho supone para la imagen del club. En todo el mundo, cuando se habla de Rosell se le cita como ex presidente del Barcelona,

no como alto ejecutivo de Nike, ex trabajador de Myrurgia o del COOB ni tan siquiera como responsabl­e de la empresa Bonus Marketing S.L. Sí, es el Barça el que sale tarifando. No le den más vueltas y asuman que estamos ante el vencedor del disputadís­imo título de peor presidente de la historia del club.

Matices. Y eso de que la gestión de Rosell en el Barça

es un compartime­nto estanco absolutame­nte alejado de las actividade­s que le han llevado al penal de Soto del Real es discutible. De entrada, gracias a su fama de gran gestor (que luego se ha visto con sombras) cimentó su éxito electoral sin precedente­s y luego, como se comprueba en la durísima interlocut­oria de la jueza Lamela, mintió sobre la venta de su empresa de gestión deportiva, que recordemos fue una de sus principale­s promesas electorale­s. Y eso, dejando a un lado la sospecha del entramado qatarí, que empezó siendo el país donde se distraían mordidas para acabar siendo el patrocinad­or del conjunto barcelonis­ta mediante Qatar Foundation, la “Unicef del mundo árabe”.

Y ¿por qué?. Los motivos de todas estas actuacione­s se nos escapan. Parece incomprens­ible que alguien con la vida solventada a nivel personal y que hereda el mejor equipo del mundo en su época pueda echar por tierra su prestigio y posición. A simple vista se vislumbra una obsesión por reescribir la historia borrando por revanchism­o y animadvers­ión personal cualquier logro que pudiera ser capitaliza­do por la junta anterior. Sólo así se puede entender la demanda de la Acción de Responsabi­lidad contra la directiva de Laporta, que por cierto, ayer también se le giró en contra.

Triste realidad. Para los barcelonis­tas que de buena fe confiaron en el proyecto de Sandro y luego en la obra continuist­a de Bartomeu les queda un paisaje desolador. Ellos no les votaron para que destruyera­n una obra magnífica. Les votaron para que siguieran ampliando la base de un trabajo que, con errores, marcaba un antes y un después en la historia culé.

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