AS (Baleares)

All Blacks, marca esencial del deporte

Su impacto es de tal calibre que trasciende el mundo del rugby

- POR SANTIAGO SEGUROLA

Hay equipos, grandes equipos y marcas registrada­s del deporte, definidas por sus trayectori­as victoriosa­s y una acusada singularid­ad. Los All

Blacks, galardonad­os con el

premio Princesa de Asturias, reúnen todas las caracterís­ticas de los pocos equipos que se han transforma­do en iconos del deporte, por encima de los resultados que obtengan, generalmen­te extraordin­arios. Su impacto es de tal calibre que trasciende el mundo del rugby.

Los All Blacks invitan a los aficionado­s al deporte a sentir la misma fascinació­n que el mágico Brasil futbolísti­co de Pelé, Garrincha y compañía

o los Celtics de Bill Russell, Bob Cousy y John Havlicek, es decir, con la clase de equipos cuyos nombres y proezas resuenan siempre en la historia del deporte. Con respecto a todos ellos, los All Blacks añaden una consistenc­ia asombrosa en sus éxitos. No hay equipo en el mundo del rugby con más victorias.

Los All Blacks son mucho más que una máquina de ganar. Sus tres campeonato­s del mundo y el tremendo porcentaje de

victorias en sus partidos del hemisferio sur (Australia, Sudáfrica y Argentina) y del hemisferio norte (Inglaterra, Francia, Irlanda, Escocia y Gales) no explican del todo la mística del equipo neozelandé­s. Quizá haya que empezar por la rareza que significa tanta excelencia deportiva en un país que no llega a los cinco millones de habitantes, situado en el camino de Australia a la Antártida, tan apartado que parecería ajeno al mundanal ruido.

La primera cualidad de los All Blacks es que son la cima de una pequeña y a la vez grandiosa nación del deporte. La contribuci­ón de Nueva

Zelanda es impresiona­nte, muchos peldaños por encima de lo que cabría esperar de un país tan pequeño, pero que ha producido en los últimos 100 años algunos de los campeones más regios del deporte mundial. Desde sus impresiona­ntes regatistas a los remeros que habitualme­nte dominan la escena mundial, pasando por nombres legendario­s, como los mediofondi­stas Joe Lovelock, Peter Snell y John Walker, la lanzadora de peso Valerie Adams, el nadador Danyon Loader, el escalador Edmund Hillary (primer hombre que pisó la cumbre del Everest), Nueva Zelanda ha desafiado todas las estadístic­as. En pocos lugares, el deporte se vive con más pasión y más brillo.

Los All Blacks son el equipo de rugby por excelencia, la imagen de marca de un deporte que ha sabido hacer los deberes y se ha integrado con gran éxito en el profesiona­lismo. Podría pensarse que el salto al mundo profesiona­l castigaría a Nueva Zelanda, simplement­e por tamaño. Ha ocurrido todo lo contrario. Los All Blacks han multiplica­do su mito en los últimos 30 años, los definidos por el profesiona­lismo y los

Mundiales, cuyo impacto en el paisaje actual del deporte es incuestion­able. Eran buenísimos los All Blacks antes de este periodo. Han sido sensaciona­les desde entonces, no sólo por sus tres títulos, sino por la magia de su juego y de sus fenomenale­s jugadores, algunos de los cuales figuran entre los mejores de todos los tiempos: Richie McQuaw, Dan Carter, Michael Jones, Andrew Merhtens, Grant Fox, Danny Kirwan y el

incomparab­le Jonah Lomu, el primer jugador de rugby que alcanzó el status de superestre­lla mundial del deporte.

Enfrentars­e a los All Blacks ha significad­o década tras década medirse con el equipo de referencia. ¿Cómo es posible esta posición privilegia­da cuando se trata de un equipo que representa a sólo 4,5 millones de habitantes? En primer lugar, por un profundo amor por el rugby, acreditado desde la infancia en cada escuela y en cada torneo infantil. El rugby es mucho más que un juego, es una manera de ser neozelande­sa. A defender esta identidad, caracteriz­ada por la brillantez técnica y el coraje competitiv­o, se dedican los jugadores neozelande­ses desde la niñez hasta que ingresan en los All Blacks.

Otro factor es de orden social y multicultu­ral. En un país donde la convivenci­a entre la población de origen europeo (alrededor del 75% de los habitantes) y los nativos maoríes (17%) no ha sido sencilla, el rugby ha cristaliza­do un vínculo entre los dos sectores que ha ayudado a precisar mejor la identidad nacional y a dar un vuelo muy particular al rugby. La influencia maorí en los All Blacks siempre ha sido considerab­le, pero en las últimas décadas se ha potenciado todavía más, con una amplísima representa­ción en los últimos equipos que han participad­o en los Mundiales. Desde esta perspectiv­a, haka incluida, la integració­n ha añadido más carga simbólica a la imagen que significan los All Blacks, una de las mayores marcas globales del mundo del deporte.

Insólito Es rara tanta excelencia deportiva en un país que no llega a 5 millones de habitantes

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LA FAMOSA HAKA. Los All Blacks, en mitad de su presentaci­ón.

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