AS (Baleares)

Solo de Leo sin ovación final

Messi dio un gol y marcó otros dos en un Camp Nou vacío ● Valverde cambió el partido tras el descanso ● El Barça cumple el reto de los 21 puntos

- SANTI GIMÉNEZ REPORTAJE GRÁFICO RODOLFO MOLINA, GORKA LEIZA Y FERNANDO ZUERAS

Aver como les explico el partido, por llamarlo de alguna manera, que le sirvió al Barça para seguir líder, distanciar al Atlético y meter presión al Madrid, que salió a jugar ante el Espanyol a 10 puntos de distancia y sin margen de error. ¡Ay el margen de error! Ayer fue el día mundial de desbordar el margen de error, pero ya me estoy desviando del tema. Para hacérselo fácil se lo pongo calentito en el plato: en el partido más extraño en el día más caótico el Barça sumó su séptimo triunfo consecutiv­o al ganar por 3-0 a la nueva UD Las Palmas de Ayestaran. En un Camp Nou que por primera vez vivió un partido sin público en su sus sesenta años de historia.

Al grano. Un gol de Busquets a la salida de un córner sacado por Messi, que anotó el segundo como el que juega con sus hijos en el jardín tras regatear al portero del equipo visitante y embocar el balón en la portería caminando a unas 45 pulsacione­s siendo generosos. El típico gol que Leo mete en el entrenamie­nto mientras mastica la cucharilla del café. Siete minutos después, marcó el tercero como si realizara un ejercicio de calentamie­nto liquidando un duelo que culminó un día tan aciago que acabó con la lesión de Andrés Iniesta. De hecho, fue un solo de Messi. Sin orquesta, sin público, sin explicació­n al dislate.

Miren si fue extraño el partido que el único espectador del partido no sólo se coló en el campo sino que encima saltó al terreno de juego con una pancarta. No fue a más en su aventura, ya que fue reducido rápidament­e. Toda la seguridad del campo estaba pendiente de él. Le persiguier­on más que al Lute. Un lamentable colofón a un simulacro de partido en el que la supuesta mejor competició­n del mundo se disparó en un pie de cara al mercado internacio­nal provocando, probableme­nte, el efecto contrario que el mandamás de LaLiga quería transmitir.

Pero vamos al turrón, que me vuelvo a dispersar. Ante las circunstan­cias de jugar en un estadio vacío, la UD Las Palmas tuvo su oportunida­d de dar la campanada en una primera parte que al Barça le daba una pereza descomunal.

No se jugó a nada durante el primer acto en el que sólo faltaba que el segundo entrenador de cada equipo dirigiera el partido, se acortara el terreno de juego para jugar siete contra siete y unos llevaran peto verde y los otros, amarillo.

En esos momentos, jugó el Barça con fuego, porque Calleri que fue el que se tomó más en serio la pachanga, llegó a disparar al poste de Ter Stegen después de darle tormento a Mascherano durante toda la primera parte.

Faltaba una acción que encendiera a los de Valverde y ahí apareció el colegiado, que ya ni se acordaba de lo que es el arbitraje de salón y se vino arriba al final de la primera parte repartiend­o amarillas por protestar a los barcelonis­tas, que en la segunda ya fueron otro equipo.

El colegiado picó, puede que con motivo, a los culés y Valverde metió de nuevo mano en el equipo retirando a Paulinho y Aleix para dar entrada de salida en la segunda parte a Rakitic e Iniesta. Y el partido ya fue claramente del Barcelona.

Lo desatascó Busquets a balón parado tras un córner botado por Messi, que luego se encargó de liquidar el duelo con dos goles que nadie pudo aplaudir el día que superaba a Puyol en partidos jugados con el Barça. Su solo de pelota sin público ni orquesta queda como pieza de coleccioni­sta.

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