AS (Baleares)

Thomas sí decide

Golazo de falta en el 91’ para el 0-1 del Atlético ● El Cholo cambió a Griezmann por Giménez a 11’ del final

- PATRICIA CAZÓN

C uando Gabi colocó esa pelota al borde del área, el Atlético seguía perdido en el laberinto de las últimas semanas. 0-0 y un desierto de fútbol, goles e ideas. El cuarto árbitro acababa de levantar el cartelón, cuatro minutos de añadido, cuando el capitán rojiblanco sacaba en corto. Thomas había pedido el balón. “Mío, mío”. Y suyo fue: volvió a patearlo con el alma. Como ante el Qarabag, como (de cabeza) ante el Elche. Un gol directo al corazón de las sombras que entró por la escuadra de un Pantilimon transparen­te.

Ay la bendita raza. Y el balón parado, que volvió a aparecer cuando el Atleti más lo necesitaba, en este momento difícil, en este descuento.

Tras el Qarabag, Simeone había saltado en Riazor con la intención de cambiar algo para que lo hiciera todo: nada enseña más que tropezarse. En su once, un inesperado, Augusto, que jugaba en Liga un año, un mes y ocho días después de romperse la rodilla. Sería el blindaje de un centro del campo con otros tres mediocentr­os ya: Gabi, Thomas y Saúl. Todo madera, todo músculo.

Y si Augusto comenzó pidiendo foco, buscando socios, desmarques, resquicios al equipo de Cristóbal, poco a poco otro argentino, Fede Cartabia, fue poniéndole su nombre al balón y el partido tiñéndose de azul gallego. Con velocidad y criterio, estaba en cada contra del Depor. Bakkali estaría al final, para nada: cada balón lo chutaba como si esto fuese rugby, no fútbol. Todos se irían, claro, dos metros por encima del travesaño. Al menos sirvió para descubrir que Oblak iba de negro. Pantilimon y su traje lima ni asomaban.

El Atleti se encogía ante un Depor que le iba descosiend­o por los costados, ora Luisinho, otra Juanfran. Griezmann, salvo un autopase brillante, caño y tacón incluido, seguía perdido en su nada de últimament­e y Correa, cada cosa que intentaba, restaba. El partido se fue al descanso rascando como un papel de lija. En la caseta Simeone buscaría virar el rumbo con un volantazo en su plan: Gaitán por Correa. El cambio se notaría en la primera jugada: primer tiro a puerta del partido, un uy, al fin. De Griezmann. Los porteros acababan de ser invitados al partido. En cinco minutos los guantes de Pantilimon contabiliz­arían, además, una volea de Gaitán, un remate de Thomas y un cabezazo de Godín. Uy, uy, uy.

Lo de Oblak fue más inquietant­e. Si en la primera parte logró reaccionar a tiempo ante un Lucas Pérez que le dejó clavado al presionarl­e un balón, al comenzar la segunda se llevaría una mano al hombro. Se había golpeado con el poste al ir a atajar un centro. Era el izquierdo, el operado. No dejaría de tocárselo en un rato. Ay, ay, ay.

Con la efervescen­cia con la que había comenzado la segunda parte ya templada, Simeone siguió cambiando cromos. En el primer balón que tocó Gameiro, tras filigrana de Grizi, resolvió un mano a mano... Pero el linier había levantado ya su banderín: fuera de juego, lágrima en la lluvia. El partido ya estaba en el sufrir de siempre: fútbol horizontal, pelotazos a ningún lugar. Y Simeone, para ayudar, pareció hacerse el harakiri: a once minutos del fin y necesitado de gol, quitó a Griezmann, que estará como esté, pero es Grizi

y tiene chistera, para meter a Giménez. Delantero por central. Es Simeone y también lleva varita: funcionó.

Porque faltaba Grizi pero sobre la hierba tenía a Juanfran, Godín, Gabi, Saúl, Thomas, la raza. Fue el último quien se pidió el balón después de que Sidnei derribara a Lucas para frenar su brutal contragolp­e, de área a área. Ese que colocó y sacó Gabi. Aquel que se fue directo al corazón de las sombras y espantar, así, al invierno que acechaba este parón.

 ??  ?? EL BESO, EL GOL. Juanfran pasa un brazo sobre un Saúl que sonríe, como hace no tanto en Vigo. A sus pies, Thomas besa la hierba de Riazor. Esa que acaba de conquistar con su derecha.
EL BESO, EL GOL. Juanfran pasa un brazo sobre un Saúl que sonríe, como hace no tanto en Vigo. A sus pies, Thomas besa la hierba de Riazor. Esa que acaba de conquistar con su derecha.

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