AS (Baleares)

“Ojalá emocione con mi arte como mi padre con el fútbol”

Paulo J. Futre, artista, crea los cuadros de ‘espejo líquido’

- P. CAZÓN

L a electricid­ad con la que corría su padre pegado a la cal también la transmite él. Está en sus manos, en sus ojos cuando habla de arte. Es

Paulo J. Futre. “Me llamo igual pero soy versión Hacendado”, ríe. En realidad es lo mismo, aunque en otra materia. Nacido en 1989, en vez de compartir campo con Schuster, expone junto a grandes del arte contemporá­neo como Luis Gordillo. “Desde niño mi padre me decía: ‘Mira, y perdona la expresión, manda huev... que, entre mis hijos y sobrinos, eres el único zurdo y tambien el único que esto no...”. Su camino ya era otro. Paulo J. desmontaba Game

Boys o experiment­aba con sus apuntes, perfumando distinto cada página para saber si así los memorizaba antes o distinto. Con 30 kilos más, en el colegio era portero. “Y no lo hacía mal, eh, abarcaba mucho”, sonríe. Su hermano Fabio, que sí jugó a fútbol, diestro, extremo, cantera

Atlético, ríe al recordarlo porque entonces ya acotaba el garaje para sus experiment­os. “Recuerdo que un día le dije: ‘Voy a meter el coche’. Su mirada fue de

ni se te ocurra”. Fabio tiene un año menos. De siempre ha llamado a su hermano El inventor.

El principio. Cuando un amigo de la familia enfermó de cáncer a los 14 años, decidió estudiar Biotecnolo­gía (uso de técnicas para modificar organismos vivos). “Pero, al comenzar la carrera, me di cuenta que no era para mí”. Aunque sí le gustaba experiment­ar, su parte científica. Algo hizo clic. Se pasó a Diseño y Bellas Artes y, como

Yves Klein descubrió el azul klein, en su proyecto de fin de carrera Paulo J. inventaba una nueva técnica: la pintura de espejo líquido. Matrícula de Honor, Premio al mejor expediente y la nota más alta de su promoción.

“La idea original vino de un concepto del teatro: la cuarta pared, el metafórico muro que separa la audiencia de la obra”. La ambición de romperla. “Y envolver al espectador como parte activa de la obra”. Fantasía y realidad en el mismo plano. Metaficció­n.

Año y medio en su garaje, buscando una pintura que espejara. “Yo pensé que existía. Lo hacen los espejos, ¿no? Pero luego, investigan­do, me di cuenta que no se podía hacer”. Y empezó a mover sus probetas. Cloruro de estaño, nitrato de plata, capas, “una fórmula secreta” y, voilá, había nacido un artista:

Paulo J. Futre. Así firma sus cuadros abstractos. Hace un año, con inspiració­n de Velázquez o

Warhol, comenzó a hacer retratos bajo la firma de su estudio de diseño, Spequo. El nombre viene de la mezcla en italiano de espejo (specchio) y agua (aqua).

Su padre, cómo no, también es germen. Su padre en el Super

Soccer de Super Nintendo.“Me parecía muy curioso que estuviera ahí, en el juego, composició­n de bits en movimiento, y a la vez verle en el salón en calzoncill­os”. O su presencia mediática, hiperreal. “Mi hermano y yo podemos ver cómo crecimos por los recortes de la prensa”. De su primera etapa en el Atleti no tiene recuerdos. “Los primeros son del Milán”. Hoy lo vería con Griezmann, Costa, Simeone:

“Tener una variable imprevisib­le sería un gran valor añadido...”.

Atleti. “Ojalá yo tuviese la capacidad de emocionar que tenía mi padre, su manera de silenciar. Me ha enseñado vídeos del

Bernabéu y cómo enmudecía éste cuando él cogía la pelota. Está muy bien inspirar palabras pero aún mejor es dejarnos sin ellas”. Por eso, quizá, el cuadro a su padre no es su rostro sino un gol: a Buyo, final de Copa 1992. “Dije: voy a hacer con mi arte lo que, para muchos, fue su mejor obra de arte”. Su primer retrato fue de Torres, “mi ídolo adolescent­e”.

Gabi, Saúl, Figo o Ricardinho, a tamaño 100x70, se le unen ya. Con un coste de 2.000 euros, sus cuadros llenan salas en México, Miami o Suiza, tal y como llenaba su padre estadios de fútbol cuando corría, pegado a la cal, eléctrico, puro arte.

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