Eduardo Verdú “Lutz Eigendorf es ese futbolista del que no nos dejaron disfrutar”
En ‘Todo lo que ganamos cuando lo perdimos todo’, Eduardo Verdú escribe sobre Lutz Eigendorf, futbolista de la RDA que saltó el muro. Aprovechó el fútbol, un amistoso en la Alemania Occidental con el Dynamo de Berlín. El presidente era Mielke, jefe de la Stasi, que juró vengarse. Lo lograría...
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‘Todo lo que ganamos cuando lo perdimos todo’ cuenta una historia real. La del futbolista de la RDA, Lutz Eigendorf. ¿Dónde lo descubrió usted?
—En un viaje de tren, con mi padre. Íbamos al entierro de un tío mío y leyendo El País, en Deportes, me topé con un artículo. Contaba que se cumplían 30 años de la muerte “del Beckenbauer del Este”. Lo escribía el corresponsal de Berlín. Lutz Eigendorf desertó de la RDA aprovechando un partido amistoso al otro lado del muro, le perseguiría la Stasi... “Esto es un historión”, pensé. Y lo que yo estaba buscando para escribir.
—¿Y qué buscaba usted?
—Una novela. Había escrito cinco o seis antes, pero todos al final hablaban de mí. El artículo de Lutz me permitía aunar mis dos mundos. La literatura y el periodismo deportivo. Indagar en la vida de alguien. Espeleología bibliográfica. Escribir una novela sostenida sobre hechos reales, una historia buena, buena de verdad. “Esta es la novela”, pensé. La había encontrado.
—¿Y qué hizo después?
—Viajé a Alemania. Quería buscar los lugares que recorrió el personaje.
—¿Los encontró?
—Muchos sí. En Berlín estuve en la casa donde él vivía en la Alemania del Este con Gabi, su primera mujer. Estuve ante el portal, subí hasta la puerta. Pero no llamé. No sé si ella sigue viviendo allí. No quería verla. El relato periodístico de la historia de Lutz ya se había escrito. Lo hizo un periodista alemán, Heribert Schwan, en 2000. Ese libro sobre Lutz fue la biblia que guió mis pasos pero, una vez allí, yo no quería conocer a la Gabi de verdad, que el personaje real interfiriera en aquella que ya vivía en mi cabeza.
—¿Ese libro de Schwan se ha publicado en España?
—¡Qué va! Escrito en alemán, traducirlo fue un trabajo de chinos. Lo hice con el Google Translate. ¡Las fotografías se convertían en texto de Word! A veces resultaba delirante (ríe).
—Pero le ayudó...
—Sí. Es un trabajo periodístico brutal, un informe extensísimo, con las direcciones de sus casas, de sus lugares. Me ayudó mucho. Pero yo buscaba otra cosa, yo buscaba novelar.
—¿A qué más sitios le llevó?
—En la Alemania del Este, estuve en la sede de la Stasi, ahora museo, para comprender el personaje de Mielke, el jefe del servicio de espionaje de la Stasi y también presidente del equipo en el que jugaba Lutz cuando se escapó. Su relación casi paternal era real, su dolor ante la traición. En la Alemania del Oeste estuve en Kaiserlauten en las tres casas en las que vivió.
—¿Sigue en pie el hotel del que se escapó?
—El Savoy. Ese ya no existe. Pero sí su tumba. Fui. Y le llevé unas flores.
—¿Y es conocida? ¿Al estilo de la de Jim Morrison en el Père-Lachaise de París?
—No. Pero al preguntarle a los de seguridad allí supieron guiarme perfecto donde estaba. Sabían quién era Lutz.
—¿Y quién era Lutz? ¿Qué le impactó más de él?
—Pues más allá de que se escapara, de que abandonara a su mujer, a su hija, fue que era un crío. A los futbolistas uno siempre los ve mayores. Son tus ídolos. Y aunque tú tengas 50 años, ellos siempre son señores mayores. Cuando Lutz escapó tenía 23 años. Y era un chaval, impulsivo, poco reflexivo.
—¿Cree que fue un impulso escaparse, que saltar el muro?
—Creo que ya tenía larvada una insatisfacción, en los hombros el peso de una vida ya establecida. Se había casado muy pronto, una hija. La propia disciplina del fútbol, aunque entonces no fuese como ahora, te resta correrías. Creo que tenía una frustración de no haber vivido la vida. Que necesitaba hacerlo más al límite, más aventurada. De su matrimonio no estaba del todo satisfecho. Cometió una infidelidad al poco tiempo de casarse, eso está documentado. Eso y la fascinación por la otra Alemania. Creo que él se vio en la situación y tomó la decisión de escaparse de forma impulsiva pero porque ya había algo dentro de él que empujaba.
—¿Había muchas diferencias en el fútbol de las dos alemanias?
—Eran muy diferentes. En el Oeste, la Alemania Occidental, era más competitivo, mejor. En la RDA había muchas cosas amañadas.
—Lo cuenta en el libro, de hecho. Quizá sea una de las cosas que empujan a Lutz a saltar el muro. Querer ganar de verdad.
—Los amaños los había antes, pero sobre todos cuando Lutz se va es cuando empiezan de forma alarmante. El Dynamo de Berlín ganó diez ligas seguidas justo antes de la caída del muro y de que se extinga aquella competición.
—¿Existe aún ese equipo?
—Sí. Pero muy perdido, en Tercera División. Con el estigma de ser un equipo muy nazi.
—El Kaiserslauten, equipo en al que Lutz se fue al otro lado
Trama “Eigendorf desertó
de la RDA, le persiguió la Stasi...
Es un historión”
Dos Alemanias “El fútbol era muy
diferente. En la RDA había muchas cosas amañadas”