AS (Baleares)

Antonio López “Este Atleti va a por la Europa League: tiene hambre”

- PATRICIA CAZÓN

Aquella noche en Hamburgo significó un punto de inflexión para la historia colchonera. Los años oscuros quedaban atrás. El Atlético había renacido, volvía a la escena europea de la mejor manera, terminando con 48 años de sequía continenta­l. Y la copa la levantó una persona que ejemplific­a la idiosincra­sia colchonera. Un canterano que con 15 años llegó de Benidorm cargado de ilusiones.

Hace un par de semanas, regresó con Álvaro Domínguez al Nordbank Arena de Hamburgo donde levantó la Europa League de 2010, un título que cambiaba la historia del club. ¿Qué sintió al volver?

—Pisar el estadio de Hamburgo una vez más fue algo increíble. Desde fuera ya notaba cómo me estaba acercando donde fue mi primer título, la primera copa que levanté. Esa emoción era algo nuevo para mí: nunca había vuelto a ese estadio. Fue muy bonito y muy emotivo.

—Como para muchos de los jugadores de la plantilla de entonces, aquella final era su primera final…

—Sí, fue la primera y la estaba esperando (sonríe). Siempre lo había dicho: que no me podía retirar del Atlético sin ganar un título. Y por fin llegó jugar una final y la suerte de ganarla. Para mí fue increíble.

—Según se acercaban los días para la cita, ¿eran consciente­s de su importanci­a histórica?

—Sí que éramos consciente­s de que aquella final era algo histórico. Ibas por la calle y todos los aficionado­s atléticos te lo recordaban a cada momento. Era algo que no se había conseguido en muchísimo tiempo. Eran 48 años sin levantar un título europeo para un club como el Atlético. Lo palpábamos. En el ambiente, en la gente... Todos queríamos ganar por esa afición que tanto se lo merecía.

—Los momentos especiales suelen marcar esas grandes citas. ¿Recuerda el discurso de Quique?

—Fue uno más de tantos y tan buenos que nos daba. Quique tenía algo muy, muy bueno de cara a un vestuario: sabía transmitir lo que pensaba a los jugadores. Y luego nosotros salíamos a darlo todo. Evidenteme­nte, no siempre se podía conseguir pero ese día teníamos una cosa clara: llevarnos esa victoria, esa copa, ya no sólo por todos nosotros, por lo que soñábamos cuando éramos pequeños, jugar en un equipo como el Atleti y ganar títulos, también por esa afición que soñaba que lo levantáram­os después de años sin festejar un título.

—¿Cómo fueron los días previos? ¿Quién era su compañero de habitación entonces?

—Recuerdo que nos fuimos dos días antes, para aclimatarn­os, entrenar, estar tranquilos… Pero, ay, ahora mismo no sé quién fue mi compañero, que seguro que cuando lea esta entrevista me matará... O no, sí, espera: ¡era Pablo Ibáñez! Sí, sí. Era Pablo, un fenómeno.

—La afición esperaba con entusiasmo el día de la final para teñir de rojiblanco la ciudad. Fue un desplazami­ento casi sin precedente­s. ¿Recuerda el viaje en autobús al campo?

—Sí, cómo olvidarlo. Veíamos que toda nuestra afición estaba con nosotros. fue muy emocionant­e. Las calles, Hamburgo, todas a reventar. Era muy bonito ver la ciudad entera rojiblanca. La gente se sentía ya orgullosa de su equipo.

—Y llegó el momento de la intimidad del vestuario, de concentrar­se. ¿Hablaron mucho dentro entre ustedes antes del partido?

—Antes de salir al campo, sí, hablamos pero como otro partido más. Todos sabíamos la importanci­a de lo que venía. Parecía, en un momento dado, que había silencio pero era esa concentrac­ión de ‘jugar una final’. No había temor sino esas ganas de poder demostrar que podíamos ser campeones.

—El rival, el Fulham, se había presentado en la final. Era un equipo poco conocido, pero que se había ganado estar allí. ¿Qué imponía más del Fulham?

—Que físicament­e eran muy fuertes. Lo que nos daba respeto era que estábamos en una final. Un equipo que estaba allí con nosotros, era porque había hecho méritos y no nos iba a poner las cosas fáciles. Pero más que un jugador en concreto, consideráb­amos que era un grupo fuerte. De todas formas, estábamos pensando más en nosotros que en ellos.

—El gol en la prórroga. El 2-1 de Forlán. ¿Qué sintió el capitán del Atleti en el momento en el que el balón tocó la red?

—El segundo gol de Diego fue… eso sí que lo recuerdo bien y, además, tengo fotos muy, muy bonitas. Cómo me voy a hacia él. Cómo lo agarro e intento quitar a todos para celebrar el gol... Lo cogí, lo tiré al suelo y nos fuimos todos encima, salió la gente del banquillo… Fue una explosión

Magia

“Ponerle la bufanda a Neptuno es uno de los momentos más felices de mi vida”

Sintonía

“Quique tenía algo muy, muy bueno de cara al vestuario: sabía transmitir lo que pensaba a los jugadores”

Ilusión

“Éramos consciente­s de lo que aquella final significab­a. Los hinchas te lo decían cada día”

de alegría enorme que nunca olvidaré.

—Usted había pasado ya por Neptuno, en el ascenso a Primera, pero sin apenas foco, era un chico de la cantera. Ahora volvía, como capitán. Y le tocaba ponerle la bufanda a Neptuno.

—Cuando subimos no fuimos a Neptuno. Sí que pasamos pero había gente que quería ir, otros que no. Decían que el Atleti ya tenía que estar en Primera y que era mejor no asistir, pero en esta Europa League fuimos y yo tuve la suerte de ponerle esa bufanda. Le juro que ese fue uno de los días más felices de mi vida. Nunca imaginé, cuando yo era niño y estaba en Benidorm, con mi padre en el mercadillo, que podría ser el capitán del Atlético que le pusiera la bufanda a Neptuno después de ganar un título. Esa foto la tengo enmarcada en grande en mi casa. Esa foto es de las mejores.

—La secuencia de imágenes que se le pasaron por la cabeza tras el pitido final imagina que será enorme. ¿En quién pensó cuando levantó el trofeo en Hamburgo?

—Cuando levanto la Copa lo primero que pienso es que lo hemos conseguido, que esa afición se lo merecía. Estaba toda la gente eufórica. Pienso en mi familia, en mi tío Alfonso, cuando me llevó a probar por primera vez al Atleti, con 15 años, que no sabía si me iba a quedar. Antes no era como ahora, que van a fichar los ojeadores. Antes venías y después de 500 niños de prueba podías quedarte o no. Yo tuve la suerte de quedarme. Gracias a mi tío Alfonso y a mi padre. De llevarme, de volver, de ir a Benidorm y otra vez llevarme. Esa es la gente en la que piensas. En los compañeros. En los empleados del club. Los que están en la grada y, aunque no han pisado el césped: sabes que gracias a su esfuerzo y apoyo has logrado con su granito de arena que tú puedas levantar esa Copa. Iba para todos ellos.

—La siguiente, la de Bucarest, también la levantó usted. Pero le dijo a Gabi que lo hiciese con usted. ¿Por qué?

—Porque realmente creo que tenía que ser así. Gabi había jugado, yo no. Y Gabi era uno más de la plantilla y una de las personas importante­s, para mí un capitán más. De hecho lo era. Y creo que él se lo merecía tanto como yo levantarla. Esa Copa y todas las que ha levantado después. Es una foto muy bonita. De hecho me gusta más que si la hubiese levantado yo solo. Mucho, muchísimo más.

—De aquella final de Hamburgo, Koke es el único que queda en la plantilla. El vallecano no olvida los consejos que usted le daba cuando subió. ¿Qué le decía? Se ha convertido en el rojiblanco más joven en llegar a 350 partidos…

—Koke es un atlético de pura cepa. Ha demostrado una y otra vez que el escudo del Atlético para él está por encima del dinero, por encima de otros clubes. El Atleti es aquel en el que quiere estar. Te aseguro que ha tenido muchas ofertas, y muchas oportunida­des de irse ganando mucho más dinero, pero él es atlético y que él represente a la cantera rojiblanca es un orgullo y la afición puede estar muy orgullosa de que él lo haga. Simplement­e le decía que él jugara y lo hiciera como él sabía. Él no paraba de esforzarse. Era un chico callado, que subía y entrenaba lo mejor que podía. Cada entrenamie­nto era una final para él. Eso ha hecho el gran jugador que es ahora. Yo no es que le diera consejos mejores que otros. Simplement­e yo veía que este jugador, aparte de tener el potencial, era muy buena persona y lo dejaba todo por ese escudo, que era una de las personas que merecían realmente la pena.

—El equipo ahora vuelve a verse en la situación de tener que jugar la Europa League después de haber sido eliminado en la Champions. ¿Puede volver a ganar el Atlético la Europa League?

—-Ahora que la van a jugar, van a ir a por ella. Tienen ese hambre, mantienen esa ilusión y, aunque no será fácil, es un título muy, muy bonito que ojalá se lleven.

—Regresó con Domínguez al Nordbank Arena porque ahora eso forma parte de su trabajo, ver futbolista­s, ¿no?

—-Ahora soy representa­nte de jugadores con AL Eventos Deportivos. Llevamos a más de veinte, entrenador­es también. Busco ser, ayudarles, darles consejos, como me hubiese gustado que hubieran sido conmigo. Ah, y por cierto..., ahora sí que me acuerdo, seguro: mi compañero de habitación en Hamburgo era Raúl García (ríe).

Koke

“Que él represente a la cantera es un orgullo y la afición puede estarlo de que sea él” Agradecido

“Pensé en mi familia, en mi tío Alfonso, cuando me llevó a probar por primera vez al Atleti, con 15 años”

Bucarest

“Gabi había jugado, yo no. Y era para mí un capitán más. Creo que él se lo merecía tanto como yo levantarla”

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